El bosque está dentro. La hija del cazador (Córdoba: La Bella Varsovia, 2011) es la historia de una duda: qué buscar. Cuando la popularidad del destino cae, Pilar Adón se acoge a la contingencia y no espera encontrar metas, sino caminos. Entre claros y espesuras, su poesía utiliza los símbolos como mapas que guían al que sabe leerlos: "El cansancio engendra monstruos/ como engendra ondas una piedra". Para conocer el bosque, hay que perderse en él. Un cuento de hadas postmoderno y, por tanto, sin hadas.



Para llegar a lo complejo, lo más rápido es ir a lo sencillo. Pan, carne, sol, lumbre. José Manuel Camacho está a gusto donde está, y con razón. Naturaleza muerta llena de vida, Invitación al lago (Sevilla: La Isla de Siltolá, 2011) nos abre las puertas del mundo, del hombre. "Tu recuerdo es como una isla de hiedras, de pesar leve". Es lírica en calma que rompe en tormenta según los ojos se vuelven hacia dentro, donde duermen los leones y no hay patria. Los lagos engañan. Esconden tsunamis.



Es sutil, casi evanescente. Es brizna (Valencia: Pre-Textos, 2011) le desabrocha el corsé a la poesía y la deja respirar, ser oxígeno ella misma. A simple vista, Marcos Canteli apenas hila los versos, las imágenes son relámpagos, ni siquiera la sintaxis está trabada conforme a la ley: "te comes el aura porque te acercas demasiado/ ahí tu aura fluctúa al aire de tu pelo". Lo que leemos es etéreo; lo que entendemos, sólido y sustancial. Un fascinante catálogo de visiones, "ardillas como metáforas", intuiciones.