Luis Antonio de Villena

Visor. 141 páginas, 10 euros

En una nota final queda advertido: "Es este [...] un libro elegíaco" y el calificativo es exacto. Elegía en griego significa ‘lamentación' y la voz que habla en estos poemas se lamenta de la vida perdida y comparecen algunas escenas y personajes de la niñez, la juventud, la belleza huidiza. Hay entonces en esta posición del yo una carencia, llámese felicidad, amor, y ésa es la condición de la melancolía.



Y no sólo es que la melancolía pueda tenerse como clave de este libro, sino que desde ella se puede leer toda la poesía de Villena (1951). Piénsese en los personajes y escenarios del pasado, remoto o próximo, de Sublime solarium de 1971, que significan la no aceptación del presente y la búsqueda de aquello que éste no da. De uno u otro modo, con mayor o menor grado de intensidad, este echar-en-falta esencial y el intento de conseguir la felicidad unifica este ya extenso conjunto poético. El mismo título del libro dice esto mismo: la escritura es un proyecto, y lo es porque no acaba de conseguir su objetivo -"El poema quiere rehacer la vida/ y ni puede"-, para excavar una villa romana, hacer aflorar lo bello y lo pasado, en el páramo, este presente que uno de los poemas nombra como "Tiempo de agua pútrida". Porque es por ello por lo que no queda sino el pasado, el tiempo ido, y de ahí la lamentación, tal que llega a incluir la vida misma: "Epitafio", uno de los poemas memorables del libro, hace saber que "Yacen aquí las cenizas de alguien/ que no pidió venir".



Ninguna presentación exige Villena, autor de una de los obras poéticas importantes de nuestro tiempo, narrador, crítico literario, ensayista, en fin persona relevante de la cultura contemporánea, pero bastaría este libro para otorgarle un lugar en ella. El yo elegíaco de estos poemas vuelve al ayer, a la juventud, "los días de las noches largas"entre bebidas, deseo y sexo. Pero esa mirada no deja fuera que se hace desde el ahora, tan ingrato.



Con materiales autobiográficos, o que al menos así se presentan, y en un cierto tono confesional, estos poemas evitan las formas tradicionales y se estructuran en verso libre, más acorde con la confidencia, con el habla común . De este modo el discurso se aproxima al lector y lo instituye como su semejante, su hermano. Y el elegíaco se fusiona con el epicúreo: "Atrapa el presente, amigo. / Goza y no tengas miedo". Entre otros goces que la vida ofrece, quede claro, está por derecho propio la lectura de este libro.