Violeta Medina y Subhro Bandopadhyay

Edición de S. Bandopadhyay. Adaptación de Violeta Medina. Olifante, 2011. 240 pp. 15 euros

Hablan los autores de esta edición en su presentación de un verdadero mosaico, al aludir a la poesía bengalí de hoy y de ayer; pero no debemos olvidar que ese mosaico se amplia desmesuradamente si tenemos en cuenta la poesía de la India, país que, además de una literatura, posee un patrimonio filosófico, religioso, arquitectónico, cultural en definitiva de referencia universal. Hoy escribimos y hablamos con frecuencia de la literatura oriental pensando sobre todo en la de Extremo Oriente y en la de Oriente Medio (la rica poesía árabe), pero a veces no reparamos en la poesía hindú contemporánea y en sus vertientes.



A llenar esta laguna viene ahora esta hermosa antología que no es ajena a la sensibilidad de los dos poetas que la han preparado y que nos reconcilia con el placer de volver a leer poesía-poesía. Atrás quedó ya el hito que supuso -también para nuestra literatura, gracias a los buenos oficios de Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí- la obra del también bengalí Rabindranath Tagore, del que el pasado año celebramos el 150 aniversario de su nacimiento en Calcuta, ciudad de donde también provienen una parte de los poetas ahora antologados.



Un precedente excepcional y tan personal como el de Tagore, afortunadamente reconocido con el Premio Nobel, no tenía por menos que condicionar la poesía que habría de venir después. Pensemos que Tagore muere en 1941, fecha a partir de la cual nacieron la mitad de los poetas aquí antologados. Pero la nueva poesía que se abre en este libro con Ramendrakumar Acharya (1922) y Kedar Bhaduri (1925) y se cierra con un espléndido poema, "La ciudad leopardo" del mismo Subhro Bandopadhyay (1978), se verá sometida a una serie de factores e influencias que no van a ser sólo los de crear una nueva estética, sino los generados por las convulsiones sociales y políticas que va a padecer Bengala y su entorno, como la muerte de Gandhi, las divisiones religiosas e ideológicas, el desgajamiento de la misma Bengala, la independencia de Pakistán, el desplazamiento de refugiados, etc. A estas convulsiones hay que sumar la influencia de las nuevas lecturas, que pasan por una aproximación a los movimientos poéticos occidentales (aquí, por ejemplo, la "Hungry Generation" bengalí y la influencia de Allen Ginsbeerg). Influencias que se transparentan en los 40 poetas de varias generaciones recogidos en la antología. Número pródigo de autores que permite una visión sintética de los mismos, pero a la vez muy ilustrativa en su rica variedad. Turbadoras influencias, pues. Y, sin embargo...



Más allá de estos cambios el peso de la tradición literaria y espiritual es tan fuerte (en el carácter épico, por ejemplo, o en la narratividad de la poesía), que los mismos traductores reconocen que la poesía de estos poetas "a pesar de tantos cambios, no se torna más social que antes". Se refieren quizá, y yo me refiero, a que la riquísima expresividad del lenguaje, los símbolos perennes, el fulgor de lo contemplado, la influencia de la naturaleza sobre una cotidianidad heridora y sangrante, sobre la miseria, los dilatados versículos, no sólo distinguen a esta poesía, sino que ella nada tiene que ver con lo que -insisto, a la ligera- venimos reconocimiento como "estética oriental".



Y es que los preparadores de la antología también han recurrido a un símbolo extremado de la naturaleza de la India -el monzón (La pared de agua del título del libro, las lluvias torrenciales)- para aludir a este lirismo y a esta realidad igualmente torrenciales que nos asaltan en los poemas. Sí, ante esta abarcadora selección, también aquí podemos decir que nos encontramos con tantas poéticas como poetas, pero hay como una fuerza común, como una raíces vitales y culturales, que los abrillantan y distinguen a todos. A veces, aquí y allá, descubrimos un formalismo más contenido, huellas o expresiones de la poesía occidental, pero es sobre todo el mensaje, el contenido, el que se impone rotundamente en los textos. Ello es así porque en la poesía de estos poetas hay mucha vida. Como sucedía con su riquísima tradición, la poesía bengalí contemporánea no responde a criterios meramente intelectuales sino que siempre es la experiencia diaria en un ámbito telúrico la que va dejando luminosas y profundas huellas en sus versos.