Isabel Bono. Foto: Nacho Alcalá
Tras los poemas de este libro se yergue una historia de amor y su final, pero esa historia no se da de un modo ordenado, por el contrario el discurso se adelanta a los acontecimientos o retoma otros del pasado y, así, se lee en cierto momento "todo esto no ha pasado aún" y en este sentido no es casual que se nombre un "reloj con arritmia" y que se diga que los recuerdos "en el momento de ser vividos / ya estaban siendo falseados", en contraste, o no, con declarar, en el mismo poema: "soy el historiador perfecto". Este trastrueque de la linealidad temporal es una de las virtudes de Pan comido, pues además de que obliga al lector a ser activo, a recomponer los datos, rompe con lo que sería la visión natural de las cosas para instaurar otra, a la que ha de denominarse poética, creativa. Ello da fe del saber literario de Isabel Bono (Málaga, 1964), del que ya ha dado muestra en varios otros libros, aunque hay que decir que éste se destaca del conjunto por su mayor complejidad.Por otra parte, lo que un personaje dijo al otro se alterna con lo que debió decir y no dijo, o pensó quiso decir, pero que igualmente se transcribe, con lo que lo real y lo irreal se enredan y es que al final la poesía no es más que cuestión de palabras. En sintonía con ello, los pequeños sucesos de la vida cotidiana, como tender la ropa, conviven en los poemas con una potente imaginación que hace que el discurso se despliegue en figuraciones eficaces.
Escrito en 2000 y aplazado hasta hoy, Pan comido merecía ser editado por su lenguaje desatado, rico, en fin, poético.