Felipe Benítez Reyes. Foto: Silvia Barbero
Aunque esto se pone de manifiesto en varios otros lugares, hay que mencionar "Lectura de Lisboa", donde todo gira alrededor de Fernando Pessoa, Pessoa y sus heterónimos claro está, Caeiro, de Campos, Reis, en un poema excelente, en el que la abundancia de términos de la retórica como "sinestesia", "digresión" y otros como "interjección" o "rima" dan un recubrimiento metalingüístico al discurso, una dimensión otra, que es él mismo todo un ejercicio retórico desde su planteamiento como "lectura" de una ciudad.
Esta cuestión de la(s) identidad(es) es central desde la modernidad a nuestros días y, nombrado Pessoa, no ha de olvidarse a Antonio Machado, quien idea sus complementarios en los mismos años, expresión todo de una problemática que tiene múltiples manifestaciones, como, por ejemplo, en el psicoanálisis, cuyo desarrollo es más o menos coetáneo con el despliegue poético del yo en yoes.
Nada de todo esto es ajeno a los trabajos literarios de Felipe Bénitez Reyes (Rota, Cádiz, 1960), autor de una sólida y reconocida obra poética, recogida en Libros de poemas (2009), además de varias novelas y libros de relatos y ensayos. Bastará recordar que entre sus publicaciones está Vidas improbables (1995, edición aumentada en 2009), una galería de poetas apócrifos, la voz dando la voz a quienes no han sido. Pero también en otros de sus poemas anteriores: "Fantasmas sucesivos, / heridos vamos ya" se lee, por poner un caso, en uno de La misma luna.
La reflexión sobre este asunto de estos poemas introduce además la cuestión del ser, ser yo, ser nada, ser nadie -ya en el texto inicial se pone en juego: "Cuídate tú de ti para ser nadie. / Custodia tu ser nadie de ti mismo"-. Nada que nos constituye en un nadie que escribe al fin "una narración sin fundamento / en primera persona del vacío", para decirlo con palabras del poeta.
Esta sucesividad de entidades que sería el sujeto encuentra en Las identidades nuevas formulaciones, no en vano otro de los temas vertebrales del libro es el tiempo, su fluir, cómo nos cambia y nos hace otros de nosotros mismos, presentes en la memoria, sin embargo, del mismo modo que nos imaginamos en nuestros inexistentes yoes futuros.
El sujeto se enfrenta al espejo y éste, que posee la posibilidad de adelantar como les sucede a algunos relojes, le ofrece "la imagen que presagia la final" y es que, como se lee unos versos antes, "No eres / ese que eres. No eres tú, / en tus derivas", imagen náutica que regresa páginas después: "Los barcos se dirigen siempre a ninguna parte, / como nosotros mismos". La confianza en el yo, en el sí mismo, ha quedado atrás y en su lugar se ha instalado la inestabilidad de la entidad sujeto. Ante el sujeto desvalido el mundo mismo, las cosas, avanza a través de su disolución: "Se adentra todo en sí, seguro de su nada".
Lo anterior es efecto de una rigurosa toma de conciencia del paso del tiempo, un tiempo que da lugar a versos como "Tu tiempo contra ti. Tú desde el tiempo", donde ese "tú" es sólo el desdoblamiento del yo. No es éste un tema nuevo en la escritura de Benítez Reyes. Otro de los poemas del antes citado La misma luna se cerraba con "Y el tiempo que se va para ser tiempo" en un fuga que arrastra todo.
Todo esto se escribe con la capacidad para lo rítmico de los poemas de la que ha dado siempre muestra el poeta y con un notable despliegue de imágenes y, siendo todo en fin cuestión de lenguaje, hay ocasión para advertir cómo "Algunas palabras dicen lo que dicen y también lo contrario, / porque jamás desvelan del todo su secreto, / con su doble exactitud". La inestabilidad antes comentada se da, cómo no, en el lenguaje y esta conciencia es un índice más de la modernidad de este libro, este importante libro.
Aguada
Mientras el tiempo fluyeno es ni siquiera tiempo.
Pero luego las aguas se detienen.
Las aguas estancadas.
-Y unos ojos que miran,
sin creer lo que ven,
su reflejo en el agua.