Francisco Ferrer Lerín. Foto: Vidal Martín Sancho

Tusquets. Barcelona, 2013. 104 páginas, 10'45 euros



Tras Fámulo, que mereció el Premio Nacional de la Crítica en 2009, se publica ahora este Hiela sangre, donde Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) continúa tensando los límites de la escritura poética, como ha venido haciendo de un modo ya radical desde La hora oval de 1971 y en sus libros posteriores. Además de su obra poética, Ferrer Lerín es autor de El bestiario de Ferrer Lerín y la novela Níquel, ampliada como Familias como la mía, y de ese conjunto hay que decir que es todo él excelente.



Una marca característica de los poemas de Ferrer Lerín es la narratividad, no exclusiva de los poemas en prosa, y así sucede en este libro, lo que implica no sólo un cierto desarrollo de una historia, si bien lo habitual es que de modo muy fragmentario, sino también la presencia de personajes, tomados algunos de lecturas, como Cayo Mucio Escévola, proveniente quizá de Plutarco o de otros que lo leyeron ahí, quien se abrasó una mano y que atrae a La Bella Durmiente, quien también se hiere una mano, lo que ilustra un modo de composición por analogía, procedimiento que regresa, por ejemplo, en "Talpa", donde hablar de topos y sus excavaciones conduce a la mención del laberinto de Epidauro. No sólo hay topos en estos poemas, sino que el autor del Bestiario nombra serpientes, un extenso catálogo de aves sin que falte el buitre, insectos y varios otros animales más, y en "Lorra" se da información toponímica sobre derivados del latín vulpes 'zorra' en unas notas de reproducen el quehacer de un lexicógrafo. Este modo paródico, burlesco o no, da lugar también, entre otros textos, a "Hospitalidad y alimentación", cuyo eje es una especie de receta de cocina más bien delirante: "Cortadura de pezón para entrar en el recado" o "Aborda los huevos curados en mansa correspondencia", quizá copia, más o menos fiel, de algún recetario en desuso.



El material libresco que pasa a los poemas es de varia procedencia: The Book of Thel de William Blake está tras "Thel 12 c", "Libro de cetrería del rey Dancos" reproduce el índice de tal tratado con sus peculiaridades medievales, la mitología celta suministra elementos a "Descripción de la vivienda", etc. -además de personajes y citas de libros propios anteriores--, lo que da lugar a un universo de personajes y anécdotas de lo más diverso y también a un lenguaje global que se aleja de la uniformidad, un estilo que se diversifica en una pluralidad de estilos, como si escribir consistiese en renunciar a la idea de unidad, a no ser la de la unidad de lo diverso. Hay que mencionar al respecto "El botocudos", descripción de un tipo indígena de Brasil que da lugar a un texto hilarante -"amplio llevado a hombros", "la nariz bridgeless pequeña", "su color era un blanco de color marrón amarillento", "mongolic aspect" son frases que se supone lo describen-, que tiene todo el aspecto de ser transcripción literal de información tomada de internet sometida a la traducción automática al español (?), muestra de un estado de lengua que se diría no humano.



Rasgo propio de la escritura de Ferrer Lerín es el tema de la violencia y el asesinato. No falta en este libro: cadáveres, crímenes violentos, "saqué los ojos / a mis dos tíos, corté / la nariz al fiel Leoncio", "seccionan cerebros a hachazos", entre otros ejemplos. Es otra singularidad de esta obra poética -compartida con el "raro" José María Fonollosa-, una obra poética que lleva la idea de lo poético a un lugar radicalmente nuevo y de toda excelencia.