Pre-Textos, 2013. 56 páginas, 12 euros



En su anterior y primer libro de poesía, Adiós a la época de los grandes caracteres (2005), Abraham Gragera (Madrid, 1973) presentaba una poética en la que el sujeto del decir hablaba desde un instante genesíaco, como si el mundo fuera visto por vez primera, se otorgaba una preeminencia a las cosas y, desde luego, ofrecía una voz propia, al margen de los modos al uso. Ahora El tiempo menos solo confirma una verdadera personalidad poética. En ese mundo poético las cosas continúan manteniendo una función que excede la usual, se personifican: "las cosas saben cada nombre/ que cada una de ellas nos ha dado" y como correlato los humanos ven desplazada su centralidad habitual: "nosotros también fuimos dichos" y más,"somos verdad ahora,/ al decir nuestros nombres como las cosas los dicen". Así, la verdad, una verdad que habrá de ser poética, exige salir de uno mismo, adentrarse en las cosas, elevarlas a entidades superiores y escuchar su lengua, esa verdad que surgirá si se es capaz de "Mirar como se miran las cosas entre sí".



¿Cómo alcanzar ese nuevo punto de vista? El poema titulado "La poesía" parece dar la respuesta: "Yo la imagino aún siendo capaz/ de imaginarlo todo sin hacer", es decir, en el caos pregenesíaco, de manera que tomar la palabra, es decir, cederla a la imaginación, será fundar el mundo y fundar una lengua,una lengua de la que se puede decir que será a imagen y semejanza de las cosas. No hay duda, El tiempo menos solo viene a consolidar una sólida propuesta poética renovadora, innovadora, creadora.