Francisco J. Irazoki. Foto: Barbara Loyer
Este tema, la fugacidad, recorre el libro, pero también la otra cara, la vida, la vida real, el milagro de quienes cruzan su mirada durante una conferencia y en esa chispa reconstruyen el misterio que el sabio había descifrado, el personaje del mendigo -que introduce una nota de crítica al mundo actual- con su oración nocturna de "ironías y blasfemias" que perdura en la mañana, las mujeres amadas o deseadas, el deseo mismo, en cada suceso o entidad minúscula se encierra para la mirada del poeta que da alcance al acontecimiento del todo.
Y es poética la mirada de Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra, 1954), integrante del grupo CLOC (1978-1981), de estirpe surrealista, autor de varios otros libros, de los que destacaré los poemas en prosa de Los hombres intermitentes (2006), crítico musical, colaborador, entre otros medios, del ahora mítico Disco-Express y de estas mismas páginas. Lo vegetal ocupa un notable lugar en el imaginario: el amor da a conocer el fulgor de la perennidad al "corazón desforestado", la voz es "una ramita/ para encender el fuego", se oye "te quiero" y "en tu cuerpo brotan unas hojas nuevas". Irazoki habla de la naturaleza, de su ser, de lo cambiante y permanente, temas recurrentes de la literatura japonesa, por lo que no es causal que el poeta incluya algunos haikus, de extrema delicadeza, por cierto.
"Miguel de Cervantes viaja a sus dos espejos" es un poema que ofrece el doble retrato del Imperio español y la miseria interna del país y que no puede leerse sin proyectarlo sobre nuestro mundo y que resume la ambición de una poética que quiere ser lírica sin dejar de ser cívica.