Andrés Neuman. Gianmarco Farfan
"No sé por qué llamamos femenina a la intuición/ ¿la mujer no razona? ¿no seguimos/ los hombres la cuerda invisible?". No sé por qué son perplejidades. Dudas de las que nadie se ocupa porque son embarazosas, o demasiado pequeñas, o personales. Del amor le inspira curiosidad la torpeza, y lo sublime que puede llegar a ser si no lo ahogamos en romanticismo ready-made. Del corazón humano le llama la atención la arbitrariedad que lo hace libre, y su resistencia a obedecer mandatos y costumbres. Es la voluntad soberana de rechazar la verdad y la belleza, y escoger en su lugar una cosa que está ahí y que nos gusta, por ninguna razón en especial: "No sé por qué miro más a los pájaros/ cuando apenas caminan/ que cuando levantan vuelo". Reconocemos lo humano en lo que se parece a lo humano. Cuando los pájaros vuelen en avión, estaremos encantados de levantar la vista hacia el cielo.
Patio de locos es lo que viene después de la duda. Sin Shakespeare no hay tragedia: esta locura no tiene glamour. En vez de Ofelias río abajo, están el loco astuto, el loco rubio, el loco de la muleta rosa o el doctor nube. Aquí no hay sangre, sólo orina. El loco anónimo no exige venganza, sino televisión. En este manicomio mísero estamos muy lejos de la corte de Dinamarca, incluso de la más podrida. Y sin embargo, qué hamletiano es todo. La enfermera enamorada del doctor. El doctor enamorado de cualquier cosa menos esto. Los locos que se masturban o se apalean mutuamente, dependiendo de las necesidades. El horror de observar la realidad, sólo superado por el horror de estar en ella: "acaban de llover sogas del cielo", dice el poeta, mientras la enfermera (que es gordita) sobrevive a los locos inventando su propia demencia, o historia de amor. Es tierno y terrible, y se parece mucho a la vida normal.
Lo que une No sé por qué y Patio de locos es un hilo insidioso y sublime: la voz del poeta. Más que contarnos cosas, piensa en voz alta: "No sé por qué me divierten las sílabas impares/ prometo arrepentirme cuanto antes/ por ejemplo en este verso". No es metapoesía, o no sólo. La voz se inscribe en el texto, espía su esencia. En Patio de locos aparece un narrador llamado narrador que está literalmente en todas partes, revisión postmoderna de la omnisciencia decimonónica. Este narrador admite ser amanerado, paternalista y nos informa de cuándo deja su puesto para ir al baño. Interfiere en los acontecimientos usando los paréntesis como escudos, pero ¿cómo podemos estar seguros de que no es un loco más? Mundo blindado contra el aislamiento creativo, No sé por qué y Patio de locos es autoconsciencia, autocrítica, autoparodia ("¡blanca! ¡blanca!/ protesta el narrador ¡todo me rima!"). Es una trama de procesos mentales, demostración de que la realidad que nos ocurre fuera se construye dentro, en nuestra mente. Es Neuman siendo Neuman, que es lo mejor que un poeta puede ser. La poesía no es la red: es la araña.
No sé por qué decimos que la música es abstracta
pobrecita qué horror
confundimos el cuerpo con su radiografía
la música es muy concreta
tiene su afinación su timbre su volumen
está hecha de cambios sobresaltos síncopas
la componen personas que tosen y defecan
la tocan seres calvos con dolor de espalda
la escuchamos nosotros
que somos milagrosamente feos
que somos todo oídos