Los poemas perdidos son 122 escenas de América antes de 1929. Dorothy (New Jersey, 1893-Nueva York, 1967) es una y brillante. También es bastante cruel. Sus relatos siguen considerándose la biografía no autorizada de Nueva York: Candace Bushnell le debe mucho a Austen, pero más aún a Parker. Dorothy odiaba casi todo, se reía de su propio talento y escribió sátiras en una literatura que no acababa de entender el concepto. Dos de sus guiones fueron nominados a los Oscar y otro lo dirigió Otto Preminger. Y otro más: The Little Foxes de Lillian Hellman cuenta en su adaptación cinematográfica con aportaciones de Parker. Nadie como la exquisita Dorothy para hacer que Bette Davis suene a Bette Davis. Plenamente integrada en el star system, Parker fue incluida por McArthy en la lista negra de Hollywood. Publicó sus poemas en Vogue, Esquire, Life, Vanity Fair y The New Yorker. Esto es EL PODER y lo demás bobadas.
Cuando estás de puntillas en la cima del imperio, la autoconfianza te devora. Como el stablishment académico-literario la irrita y le hace gracia, Dorothy escribe la saga "Oh, mira... Yo también sé hacerlo: Como prueba de que cualquiera puede escribir poesía modernista", el equivalente mock-modernist al mock-heroic de Pope. Parodiando glorias como el Prufrock de Eliot, Parker tiene ocasión de practicar una de sus técnicas más eficaces: el plot twist extremo. En su espléndida introducción a Los poemas perdidos, Stuart Y. Silverstein asocia este recurso a Horacio, quien, como Dorothy, también vivió antes de la Gran Depresión, romana o norteamericana, qué más da. Bacanal o Lírica de Parker son el Beatus ille de la América imperial, dinamitando el poema entero con un solo verso final inesperado, malintencionado, portador de la verdad. Dice Silverstein que los lectores de Dorothy esperaban entusiasmados ese verso capaz de convertir cualquier poema en sátira. No nos extraña. Parker es adictiva.
¿Sobre qué escribe Dorothy? Básicamente, sobre celebrities, hombres horribles y la desesperación de ser feliz. Nunca entendió la lógica masculina, o la inexistencia de la misma, ni tampoco la del dinero. Se pasó la vida amando sola, hundida en dólares pero arruinada. Para Parker, la cultura es un tema de conversación: Freud o Marilyn Miller, Cassandra o Lynn Fontanne, aquí hay poema para todos. "Los enamorados de Life" psicoanaliza la mente fascinada por el triste esplendor del homo mediaticus: hasta Calvin Coolidge está en la nómina del olvido, y eso que todavía era vicepresidente. Pero tal vez sean Los versos de odio la parte más noble y brutal de Dorothy. Una cosa hay que reconocer: la poeta reparte palos con impecable espíritu democrático. "Odio a las Esposas;/ las tiene demasiada gente" u "Odio a los Maridos;/ reducen mis posibilidades" hacen sonreír, pero no son divertidos. Terrible, terrible la visión que Parker ofrece de la redacción de Vanity Fair, terrible pero ¿cómo no imaginarse a Graydon Carter en el poema? Todo es ficción. Todo está vivo.
Imaginemos poder decir lo que queramos sencillamente porque podemos. Imaginemos que cada palabra nuestra contara la historia de la ciudad más grande, la nación más grande, minutos antes de que Wall Street se desplomara y el capitalismo descubriera que donde no hay oro no hay tesoro. Vamos a imaginar una poesía libre, sin prejuicios, políticamente incorrecta, absolutamente narcisista, como sólo América sabe manufactarla. Vivimos en los arrabales de este imperio: imaginémonos Dorothy Parker. Poemas perdidos para un paraíso reencontrado.
EL GUIONISTA APASIONADO A SU AMADA
Oh, ven, mi amor, y únete a míen la nueva industria más antigua.
Ven y busca la meta de palmeras y perlas,
la hermosa tierra de Chico Conoce A Chica,
ven y adorna con tu presencia este litoral lleno de lotos,
esta Isla de Haz Lo Que Ya Se Hizo.
Ven, refrena lo nuevo, y ve cómo gana lo viejo,
allá donde todo lo que brilla es Goldwyn