Qu Yuan, el primer poeta chino conocido por su nombre

Edición de Guojian Chen. Cátedra, Madrid, 2013. 519 páginas, 13 euros



Sigue brillando la poesía china universalmente en el tiempo. Es un paradigma que el paso de los años ni atenúa ni borra. Así sucede desde sus orígenes, que son remotísimos, como nos demuestra en su prólogo el autor de esta edición, el hispanista y traductor de origen chino, pero nacionalizado español, Guojian Chen (n. 1939). Él posee una fecunda trayectoria como traductor del chino al español. Recordemos su Poesía clásica china (2001), Poesía caligrafiada e ilustrada (2006), Lo mejor de la poesía amorosa china (2007) o Poesía china elemental (2008). También avalan su esfuerzo otros trabajos teóricos en torno a esta poesía y al hecho de traducirla.



Hablábamos del paradigma que supone universalmente esta poesía y a ella uniría los tratados filosóficos y la novela de este país. Aunque esta última es de nacimiento más tardío, también se han publicado últimamente valiosas traducciones de algunas de las grandes novelas chinas clásicas y modernas. Pero lo sorprendente sigue siendo la poesía que, tantos siglos después de su nacimiento -Chen la fija en el XI a. de C.- sigue viva por su naturalidad y frescura, por su constante fidelidad a temas eternos, como son el amor o la naturaleza. También a subtemas que derivan de estos dos, como la ausencia del amado, los viajes, el camino, el río, el lago, la montaña, elementos que son símbolos y signos preciosos de contemplación.



Hay una atmósfera de serenidad y apartamiento en esta poesía que nos remite a una filosofía de vida, a un modo de ser, que no se ve turbada por las contiendas bélicas y civiles, que son las que despiertan esa ansia de soledad y retiro. Por ello, ese frecuente viaje no es un viaje físico sino un viaje interior: el que nace de la contemplación serena, el que nace del poema. Para valorar estos presupuestos que se dan desde los orígenes hasta una buena parte de la poesía contemporánea, basta con observar los símbolos del remoto poema que abre esta selecta y hermosa antología, el titulado "El juncar". El viaje, el lago y la amada, son tres tiempos que revelan el esquema poético predominante.



Un espacio al que se llega después de una huída, después de pruebas que el poeta anónimo del siglo XI a. de C. reconoce como de "enormes obstáculos". En los poemas del remoto periodo Shi Jing, se perpetúan también símbolos que aluden a otro rico patrimonio chino -junto a la pintura y la caligrafía- la música, con elementos como la flauta, el gong o la campana. Hay igualmente en esta poesía de los orígenes una espera y expectación, una "ansiedad" de la que brota la tensión lírica. Este poetizar esencial madura en un poema como "Te ruego, Zhonzi", en el que su arranque ("Te ruego, Zhonzi,/que no escales el muro del pueblo") nos remite al "y no toquéis el muro" de nuestro Juan de la Cruz. (Más adelante, un poeta como Tao Yuanming nos pondrá de relieve, en su poema "Retorno al campo", la misma actitud retirada de Horacio y Fray Luis.)



Pero no hablamos de resonancias literarias entre autores, sino de una misma manera de rendirse a la pureza y al misterio del poetizar. La poesía china trabaja desde la sencillez más extremada, pero siempre es el misterio el que otorga su validez al poema. De estas circunstancias nace ese sentido de universalidad, esa "palabra en el tiempo", que llega sin alteraciones hasta los poetas nacidos en los años 50 ó 60 del siglo XX.



Entre los siglos IV y III, siempre a. de C., va desapareciendo la poesía anónima. Así, Qu Yuan será el primer poeta que reconocemos en China por su nombre. Es lógico que la mayor representación de poetas y poemas se lo lleve el periodo "de oro" de Tang, al que Guojian Chen le había prestado ya un interés especial en Poemas de Tang, edad de oro de la poesía china (1988). En este periodo, que abarca del 618 al 907, nos encontramos con preciosas muestras de Wang Wei, Li Bai (Li Po o Li Bo), Du Fu (Tu Fu) o Bai Juyi. Chen nos alerta sobre otra de las claves de esta rica poesía: la que nosotros sustentábamos en el pensamiento, pero que el traductor y estudioso matiza aludiendo al "amalgamado de taoísmo, confucianismo[…), pero con el taoísmo como factor predominante". Esta etapa gloriosa es la culminación de una ética y de una estética que rastrearemos en los 408 poemas de los 155 autores traducidos directamente del chino en este valioso volumen.