A.R. Ammons

Traducción: D. Aguirre y M. Cohen. Lumen. Barcelona, 2013. 370 páginas. 23'90 euros.

El problema de la poesía es que no tiene imágenes. A mayor capacidad del poeta para elevar la palabra a la categoría de icono, mayor el talento del poeta. Sólo los imagistas norteamericanos comprendieron la necesidad no de contar, sino de mostrar. Desde Foucault sabemos que el lenguaje es una barrera entre la verdad y la conciencia. Es un token. No lo queremos.



A. R. Ammons (Whiteville, Carolina del Norte, 1926-Ithaca, Nueva York, 2001) viene de ellos: las mujeres y los hombres que decían la palabra viento para que nosotros viéramos girar la peonza del tornado. No es inmediato: Ammons es canon, y el canon no es segunda mano, sino comienzo absoluto. Pertenece a la manada donde todos son alpha. Le interesa la naturaleza que no es madre de nadie y la gente normal que habla normal, lo cual le acerca a Robert Frost. Pero su adicción a la abstracción le coloca a la derecha de Wallace Stevens, la teoría universal pura. Con Emily Dickinson comparte la teogonía del observador distante, que lleva a ambos a concluir que pensar en Dios equivale a crear a Dios y, en cierta medida, ser Él. La compleja pureza de sus imágenes, tangibles como objetos, recuerda a Charles Simic. Ammons se parece a todos. Es irrepetible.



Basura es whitmaniano en pareados de verso largo, un solo verso infinitamente roto: todas las palabras dichas o pensadas o soñadas por un individuo a lo largo de su vida componen un poema. Las palabras nos dan la identidad: yo es una palabra, probablemente la que más usamos en nuestra vida. Basura es el espacio discursivo entre un yo y el yo siguiente. En Basura está el registro virgiliano y la agresividad escatológica, el ars poetica de quien ama la técnica porque produce cosas y la metafísica dialógica de quien considera el interior de su cabeza un buen sitio para estar. Es la imagen (no las palabras: LA IMAGEN) de una impotencia, y de nuestro gran poder: el lenguaje sólo lo para el corazón al pararse. Y ni siquiera de eso estamos seguros.



"jóvenes y refinadas lombrices de tierra, ahogadas/ por lluvias primaverales en pozas de macadán, se vuelven/ en día y pico blancas de humedad, redondas motas/ con aspecto de esputo o cremosísimos moluscos,/ crudos y machacados". Que nadie crea que Ammons es desagradable o vacuo o ridículamente ambicioso. Basura no es Eliot, pero sí la rata de El sermón del fuego o la boca desdentada de Lil. Es Eliot, 71 años después. (Toda gran poesía es Eliot, unos años después.) Ammons parece entretenerse mucho mostrándonos objetos, como un personaje de Swift. Es parte de su show, y como él, acepta mezclarse con lo bajo. Criatura extraña y experimental, la poesía de A. R. Ammons es canon sencillamente porque no hay otro lugar donde quepa. A los reyes les convienen los tronos.