Alfonso Armada. Foto: Jesús Morón

Valparaíso, Granada, 2013. 78 páginas, 10 euros

Por su riqueza multicultural, Tánger ha atraído a muchos pintores, músicos, novelistas y poetas. En literatura, el nativo Mohammed Chukri, el norteamericano Paul Bowles y el tangerino español Ramón Buenaventura han sido algunos de los difusores principales de dicha urbe. También Alfonso Armada (Vigo, 1958), periodista viajero que describió sus estancias en Nueva York o tierras africanas, quiso recordar los años de juventud en Tánger. Ahora, tres décadas más tarde, disponemos de los versos que compuso entonces.



Como si el poeta plasmase en las páginas la medina de la ciudad a la que está dedicada su obra, al principio los detalles exteriores del volumen dejan afortunadamente desorientado al lector. Dos pasos inexpertos y desaparecen nuestros puntos cardinales: la cubierta ocupa el lugar de la contracubierta. La sorpresa mantiene su coherencia en el interior del libro. Si Juan Larrea, en Estanque, publicó el texto de manera que la repetición invertida de los versos imitaba un reflejo en el agua, Armada elige aquí otra idea atractiva: cada uno de los veintitrés poemas puede ser leído en dos direcciones. La menos usual de estas dos lecturas -de derecha a izquierda- es un evidente homenaje a la expresión árabe.



Fracaso de Tánger, que tuvo primero una edición rumana, es una recuperación relevante. Ayuda a entender la trayectoria del autor que, después de tres poemarios en gallego, alcanzó la madurez con Los temporales (Bartleby, 2002), finalmente en lengua castellana. Y, al margen de los divertidos atrevimientos formales, encontramos las tensiones de la verdadera poesía. La vida en los zocos, cafés y terrazas; el humo del quif o el ruido de los dados sobre las mesas; los viajes, la condición de extranjero y los cuadernos de notas; todo lo usa el escritor para comunicarnos una tirantez provocada por la lejanía de la persona amada, por "tu ausencia en cada asiento". Escasean los signos de puntuación y el ritmo nos transmite angustia. Incluso sentimos la desconfianza del hombre que acecha: "condeno cada duda en esos ojos". El deseo carnal aparece con sutileza entre las palabras del viajante, pero en ningún momento se hacen concesiones a la belleza exótica. Nada de postales líricas. A pesar de la desenvoltura juvenil, los elementos austeros que utiliza Armada nos dejan adivinar la contención y serenidad de los versos que va a componer en el futuro.



Luego Alfonso Armada fue depurando la escritura, pero el poeta ya estaba presente en estos folios.