Toni Montesinos

La Isla de Siltolá. Sevilla, 2013. 64 páginas, 9 euros

No sé por qué en unos poetas creemos y en otros no. Solemos creer en los grandes, porque más nos vale. También en los que parecen saber lo que hacen. Sobre todo creemos en los que creen en sí mismos. En Toni Montesinos (Barcelona, 1972) es natural creer: sus versos son largos hasta diluirse en prosa, usa un tono autoritario con los muertos, posee un conocimiento anómalo del hardware poético. Lees Diario del poeta isleño y piensas: este libro no me necesita, se lee solo. A eso me refiero.



No es la fotocopia de nada. Es una estructura limpia, cortada con diamante. Son dos partes: "La isla de la muerte: Un padre" y "La isla de la vida: Una mujer". Cada una dividida en dos partes: "La isla del odio" y "La isla de la soledad", "La isla del encanto" y "La isla de hielo y fuego". Normalmente no suelo contaros esto en mis reseñas, porque casi siempre es irrelevante. Menos en Montesinos. Diario del poeta isleño trae la serenidad consigo porque su orden es inmaculado. En medio del dolor o del amor, contra los buitres de los dioses o saliendo al camino de lo que viene, el poeta se mantiene hombre y no animal, narrativo y fiel a la imaginación. Es extraño buscar en los poemas los síntomas de la mediocridad y no encontrar ninguno: "Es la punta del iceberg, la lengua ofrecida del amante, la vocación de meseta del amor -y no su espejismo de llanura- lo que queda en el sabor sin sabor del sueño, en el recuerdo inventado de ese sueño que ya es otro al haberle dado amarre y anclaje, padrón y ancla". Son estas cosas las que te hacen entender la necesidad de la sintaxis o la importancia de la metáfora en la constitución de una inteligencia rectora.



O sabemos leer o sabemos escribir. No es frecuente tener talento para todo. Toni es una infrecuencia: como crítico, comprende; como creador, significa. Es visual, acústico, su poesía es una instalación: "Eterno habrá que sentir el instante de la algarabía/ antes que el álbum de muertos reclame/ la foto de grupo de las almas que bailan". Podemos ver el vals, al hombre y a la mujer, la tierra girando. Podemos ver la muerte, preguntarnos qué va a ser del amor después de ella. Lo que dice, el poeta lo dice en 3D. Incluso cuando la tierra era plana, la poesía ya tenía volumen. La ciencia se equivoca tanto. Mejor creer en poetas.