Rafael Soler. Foto: Artes Hoy

Vitruvio. Madrid, 2013. 124 páginas, 11 euros

Con Maneras de volver (2009) y Las cartas que debía (2011) se rompía el silencio literario de Rafael Soler (Valencia, 1947) tras la publicación de varios libros de narrativa y también de poesía entre 1979 y 1985. Este Ácido almíbar presenta una especie de autobiografía. Ya remita a lo vivido, ya sea ficcional, el caso es que sus páginas rememoran las figuras familiares, el abuelo, el padre, la madre u otros personajes, como Batiste. Y otros más que ni siquiera merecen ser nombrados sino como tipos, los "amarillos", los "balbucidos", etc., y con todo ello no sólo se trata de dejar constancia de la memoria, sino que está en función de un discurso moral, en absoluto moralizante, que da otra dimensión a lo que hubiera podido quedar en lo estrictamente memorialístico, legítimo por lo demás.



Abre el libro una sección en el que se habla a un tú, desdoblamiento del yo, y supone la presentación del personaje desde el mismo nacimiento, si bien se le advierte que el verdadero nacimiento tiene lugar con la llegada del amor, además de que se le alerta sobre el aprendizaje de la vida y la sabiduría que otorga el reconocerse tan sólo como "una costura/ en la arpillera universal del frío". La parte final gira en torno a lo efímero de la vida, la muerte, con lo que se cierra el ciclo, la narración del yo. Moralidades.



"Retrato de dos para ninguno", la tercera de las secciones, está dedicada al amor, a cantarlo, no en vano se ha dicho que es la vida verdadera. Si se habla a la amada, no por ello se deja de dar voz a ella, a la mujer, lo que acaba construyendo un diálogo en el que la visión del mundo, los pormenores de la vida, etc., resultan ser plurales, lo que enriquece al discurso. E importa subrayar esas cesiones del yo de la enunciación por lo que significan de variedad de sujeto y cómo ese dialogismo a que da lugar permite calificar de literariamente moderna a esta escritura.



Rafael Soler utiliza un lenguaje que apunta a lo coloquial, lo que no excluye, estamos ante poemas, las figuras -se recuerda del abuelo que amanecía "de moscatel vestido con una chispa encima", por poner un ejemplo-, y ese tono se acomoda bien a textos en los que es usual dirigirse a una segunda persona. En fin, una palabra poética, la de Rafael Soler, que no debe pasar inadvertida.