Álvaro García

Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2014. 72 páginas. 11,30 euros

Ha ganado los premios Hiperión y Loewe. Al margen de los reconocimientos, el objetivo de Álvaro García (Málaga, 1965) parece claro: confirmarse como poeta original. Tradujo textos de Philip Larkin, Margaret Atwood y W.H. Auden, entre otros autores de lengua inglesa, y aquellos trabajos le sirvieron para descubrir las claves de la poesía británica. Ello le permitió poner la base de su literatura actual.



García explica que la nueva obra, Ser sin sitio, nace de una doble crisis íntima. La ha escrito desde la decepción amorosa y el desempleo. Añade que el título genérico no se refiere sólo a la conciencia; abarca asimismo elementos materiales. Difiere de las tres precedentes. En Caída, El río de agua y Canción en blanco eligió expresarse con poemas extensos. Ahora, con igual pericia técnica, asume los riesgos de encerrar su libertad artística en la concisión. También en la métrica. Sin embargo, el endecasílabo, el heptasílabo y la brevedad no limitan las audacias conceptuales de este poeta.



Las secciones primera, tercera y cuarta del libro contienen sendos textos largos. Representan el hilo rojo que los une a las obras anteriores. El segundo apartado, compuesto de diecisiete sonetos, incluye todo género de novedades. Armoniza la precisión y un fondo complejo. Los grandes asuntos poéticos (el tiempo, el sueño) y los humildes (un picnic, los dientes) reciben idéntico cuidado. Con agudeza consigue definir el deseo en "Espejos enfrentados", "La cama" y el sorprendente "El acero". El último verso de "El espejo", "Te veo como una isla entre la muerte", prolonga su efecto en la composición "Fugacidad": "Amar nos reconcilia con la muerte".



La tercera sección del poemario, Ante la tumba de Jane Bowles, es un homenaje a la escritora norteamericana fallecida en la ciudad natal de Álvaro García. Retrata a una mujer que no puede adaptarse a la rigidez de las normas y se instala en "el sur que es transparente para entender lo efímero". Tampoco allí encuentra sosiego, porque los cambios de paisaje y cultura no le aportan alivio. El electrochoque, la tachadura, la huida, el grito y las aprensiones son algunos de los componentes de una biografía bien resumida en tres páginas. El lector percibe de manera nítida la angustia de "Jane la expulsada de lo cotidiano / y del azul lechoso de los muros de Tánger".



Los noventa versos del poema final condensan las ideas principales de la obra. El escritor aprovecha un viaje en tren para adentrarse en sus meditaciones. A mi juicio, esta es una de las partes más logradas del poemario. Con la llegada de la noche, se repite la palabra "luz" en combinaciones a menudo sorprendentes. Junto a varios pasajeros enigmáticos aparecen Erika (hija de Thomas Mann) y Wystan (Auden), unidos por el anhelo de libertad y el matrimonio de conveniencia.



En todo el libro se describe, de forma directa o alusiva, un tránsito. Los vivos y muertos dialogan en el viaje. En Ser sin sitio, Álvaro García, que ha querido conectar lo físico y lo inmaterial, demuestra un grado alto de calidad poética.



El tiempo

Tiempo que nos desunes y nos unes,

tiempo que eres abstracto y tan concreto

que, por mucho que guardes tu secreto,

reparece en las cosas más comunes:



para que con tu norma no importunes

el sitio sin lugar, te lanzo el reto

de intemporalidad al que me someto:

al escribir y amar somosinmunes,



amando y escribiendo rompo el pacto

de que tú, el invencible, vencerás

un tiempo hecho de amor y nada más:

alta inexactitud contra ti, exacto



pero que desconoces, tiempo idiota,

esta inutilidad que te derrota.