Adonis

Traducción de Clara Janés Vaso Roto. Madrid, 2014 120 páginas. 22 euros / Traducción de Federico Arbós. Nórdica. Madrid, 2014. 121 páginas, 15 euros

Adonis, seudónimo de Ali Áhmed Said Ésber, nació en Siria, en 1930, aunque por sus vivencias lo reconocemos como un escritor sirio-libanés. Tras ser encarcelado en 1954, se estableció dos años después en Beirut y obtuvo la nacionalidad libanesa. Desde 1985 reside en París y, siendo uno de los poetas e intelectuales más representativos del mundo árabe, se ha integrado en la cultura occidental, desde ese sentido de apertura y libertad que ha presidido su vida. A este aspecto no son ajenos los dos libros que hoy comentamos, alusivos a vivencias en México o en una ciudad como Nueva York. La poesía de Adonis es conocida por el lector español de poesía, pues de ella se nos han ofrecido muy variadas y a veces abarcadoras muestras, como el primero de los volúmenes de El Libro I, Homenajes, Singulares, Este es mi nombre, Árbol de Oriente, Sombra para el deseo del sol o Libro de las huidas y las mudanzas por los climas del día y la noche, por citar sólo algunos de ellos.



A sus 84 años, Adonis sigue poseyendo la vigorosa y fecunda voz que le caracteriza, tan original por torrencial y plástica, pero también por ofrecernos la fusión entre una estética y una ética que son consustanciales a su vida. Parece que en sus últimos libros, sus poemas se han ido condensando, suelen ser más breves, sin perder nunca el fulgor de las imágenes y la intensidad. De ello son buena muestra estos dos libros, ambos de un carácter más monográfico, pero sin que deje de intercalar en ellos resonancias de su cultura, la árabe, de las viejas tensiones de Palestina, de los días de la guerra del Vietnam, o de su clamor contra las injusticias. Pero siempre hay en su poesía esa tensión lírica nada ajena a la tradición árabe. Algo que siempre debemos destacar en tiempos en que, en Europa, la expresión poética tiende a la síntesis, a la ausencia de imágenes y a la forma plana.



Son dos libros que superan el reto de los temas planteados, pero hay en Zócalo una prueba quizá mas ahondadora. Epitafio para Nueva York responde a criterios más ideológicos, muy sugestivos para los estudiosos, como las resonancias (ciertas o inconscientes) con el García Lorca de Poeta en Nueva York o con los mensajes de Walt Whitman. En Zócalo, aunque hay también una presencia de lo cotidiano, Adonis busca lo esencial abismándose en la cultura precolombina mexicana. Por más que esta indagación suya esté llena de signos que él encuentra en museos o en ruinas, en mitos o en leyendas, siempre la tensión lírica tenderá a lo esencial intemporal. Símbolos como el sol, el agua, el fuego, la piedra nos conducen a una universalidad que comprendemos bien al recordar sólo uno de sus versos: "¡bebiendo agua de Sumeria en la jarra de los mayas!". El poeta vive e interpreta una cultura concreta, pero siempre la significación última se halla en la universalidad, aunque aparezcan nombres propios (Leon Trotsky, Ramón Mercader, Chiapas, Octavio Paz) que nos llevan por los caminos de la historia. Como bien señala Ernesto Lumbreras en su prólogo "la historia o la arqueología han cedido su puesto al orbe de la poesía".



No sucede lo mismo en Epitafio para Nueva York, donde la gran urbe, el centro del capitalismo, lugares muy concretos (Wall Street, Harlem, Lincoln Center) nos remiten a un presente que enciende los problemas sociales, en el que chocan las ideologías y se irisa la forma de contemplar la realidad. Unas veces, por la vía de un leve lirismo ("Espero que corra el Volga entre Manhattan y el Queens"); otras, con una desnudez que algunos tomarán como claramente polémica (Guevara, Fidel).



Pero, como en Zócalo, Adonis no se desprende de las raíces de universalidad. Ahora, las figuras del "piel roja" o del "negro" ("sed negra sobre la tierra") aparecen entre versos que aluden a la contemporaneidad para remitirnos a los mitos originarios y a temas eternos ("Hace tiempo/ que no me visita el espíritu de Venus,/la estrella,/ pero espero que venga esta tarde". O: "las avenidas, los árboles, los cafés/tienen muslos/que sólo ven los enamorados".) La búsque-da de la realidad poética en todos los frentes, desde el don de un lenguaje rico y muy libre, -cuidadosamente salvado por los traductores de ambos textos-, nos revela en estos libros de hoy los valores que la poesía de Adonis ha poseído siempre.

[Me hubiera gustado]





Me hubiera gustado que las letras que dicen mi nombre fraternizaran

con aquellas elegidas por los descendientes de los mayas

Me hubiera gustado que mi rostro se fundiera con el ébano de su

rostro.

Marie-José Paz

Octavio: ¿qué es esa luz que mendiga en la puerta del estudio de Frida?



¿Era para recordar los lobos de la revolución por lo que Trotsky crió

conejos los últimos años de su vida?

(De Zócalo)