Miguel Veyrat. Foto: Archivo del autor

La Isla de Siltolá. Sevilla, 2016 152 páginas, 12€

A Miguel Veyrat (Valencia, 1938) le precede su fama de periodista, un hecho que en este cicatero país ha determinado su condición de poeta, lo que sin duda es.



Prieto de Paula dijo que su poesía avanza "en espiral". Que es de "los que van de fuera adentro". Su largo viaje por la poesía tiene en este libro (que consta de diez secciones, coda y suculentas notas) una suerte de feliz condensación que el lector, tanto el primerizo como el habitual, advertirá.



En su prólogo, Vázquez Medel, menciona su "exigencia expresiva radical" y su "alta conciencia poética". Destaca su cosmovisión, una de las "más completas y complejas de la poesía actual".



Estamos ante una poesía del pensamiento, forjada en la experiencia del vivir y en el diálogo con los grandes poetas y filósofos. Y en sus símbolos y mitos. "Poesía que no quisiera ser sino poesía que hiciese real aquello que intangible". También en permanente conversación con lo ya escrito. Lejos, sí, de "las pocilgas de la facilidad".



El título remite al alba. La hora del mirlo, pájaro de resonancias poéticas: Juan Ramón, Stevens… Y él, que escribió Razón del mirlo.



Poesía de máxima concentración (en más de un sentido: "los poetas viven adelgazando palabras") donde lo amoroso es ley: "El amor pide amor". Más allá de la muerte. No en vano, remite a Donne, "siempre se muere en otro". Y del tiempo: "Soy yo mismo el tiempo", afirma Merleau-Ponty y se pregunta Heidegger.



Musical a su manera (muy propia, como todo aquí), porque "las leyes del espíritu son métricas". Porque el ritmo es "el único y solo modo de expresión", como leemos en "Coda acerca de los ritmos", donde alude a los atractores y sus estructuras fractales, en busca de "la sencillez que subyace en los sistemas complejos", lo que no deja de ser una poética. Esa complejidad que "emerge justo en la frontera entre el orden y el caos". Donde la libertad hölderliniana impera.



"Veo porque soy viejo", escribe Miguel Veyrat. Y: "El arte sobrevive a la podredumbre del tiempo". O: "Yo quiero estar siempre despierto entre los dormidos". Son pistas fiables sobre el alcance de la rigurosa aventura de este verso suelto de la poesía española que afirma, con Vygotsky, que la conciencia es la relación social con uno mismo. Un modo de volver atrás, que diría el autor de Ser y tiempo.