Berta García Faet
Álvaro Valverde, prologuista de Nacer en otro tiempo. Antología de la joven poesía española, menciona la variedad estética de los versos reunidos en esta obra. Los autores y textos han sido seleccionados por los poetas Miguel Floriano y Antonio Rivero Machina.La antología incluye a veintiocho escritores. Diez mujeres y dieciocho varones que son presentados por orden de nacimiento. El más veterano es Sergio C. Fanjul (1980). El más joven, Óscar Díaz (1997). Las composiciones de Fanjul abordan con ingenio los cambios repentinos, describen el alzhéimer que nos indica el camino de regreso a la infancia, aluden a nuestras huidas por las redes sociales. Con versos profundos, Javier Vela reconoce las pérdidas y esperas en un largo poema de amor. Rodeado por personajes mitológicos, literarios y hombres de la calle, retrata en prosa a una familia de entusiasmos, calamidad y cieno. Andrés Catalán define con serenidad los objetos que nos pasan inadvertidos. La realidad se oculta en ellos. Estallan y por fin observamos unas heridas. Y llega la primera mujer del libro: María Alcantarilla, artista en varias disciplinas. Se interroga sobre las estaciones del año, los aprendizajes, las identidades. Saluda al hombre que la habita.
Ben Clark se fija en la hierba de un campus universitario. Para él simboliza la "oda a la juventud recién cortada". Celebra, siempre con claridad expresiva, un big bang íntimo y la extrañeza de estar vivo. Los versos de Luis Llorente proponen cerrar los ojos. Así siente con mayor intensidad el laberinto, la soledad de la carne, los abismos. El dramaturgo Pablo Fidalgo Lareo pregunta con nitidez. En su poema "Lago argentino", una pareja emprende un viaje porque es su manera de oponerse a la fatalidad de envejecer juntos.
Constantino Molina, atento a la naturaleza, consigue emocionar con su homenaje a un yonqui. Pasan por su lado los "bufones compasivos de tu suerte". Javier Vicedo Alós comunica con sobriedad nuestro brillo efímero hecho de agitación y ligereza. Víctor Peña Dacosta resume la vida cotidiana de un hombre que debe adaptarse a los miedos. El espejismo, la oscuridad, "un cielo desmantelado" y la lluvia son los ingredientes que Aitor Francos utiliza en sus textos refinados. Juan Bello se sirve de elementos naturales, con el mar cercano, para dibujarnos sus refugios. Martha Asunción Alonso evoca a los familiares que la guiaron.
Laura Casielles aprende de la levedad, reivindica un linaje sin héroes, elogia al hereje y al loco de su genealogía. Un personaje de Hesse que muere en una alberca, aves, ciervos y avispas pueblan las imágenes inesperadas de Unai Velasco. La ausencia de la amada empequeñece los objetos de Francisco José Najarro; los endecasílabos del escritor capturan monstruos. Se percibe la influencia de Juan Carlos Mestre en María Eugenia Motilla. Ante un paisaje de ortigas y trenes oscuros, Rodrigo Olay reflexiona sobre las relaciones humanas. Autora con ideas originales y palabras esdrújulas, Berta García Faet sobresale por su fuerza y frescura literarias.
Diego Álvarez Miguel es aquí el primer representante de los autores nacidos en los años noventa. Viene con una mujer del desierto, un misterio musical, un sueño en prosa. Ruth Llana demuestra capacidad metafórica. Emily Roberts crea inquietud con breves confesiones. Paula Bozalongo piensa en Sarajevo y sus banderas "relucientes en nombre de una paz / que ha sido el territorio de la muerte". Gonzalo Gragera nos dice, con buen dominio métrico, que el Estado más democrático se encuentra en las librerías. Gema Palacios examina con finura sus angustias. Xaime Martínez presiente un futuro en que la vida se mezclará con una fantasía de la memoria. María Elena Higueruelo analiza los vacíos personales. Por último, Óscar Díaz procura expresarse de manera novedosa.
Como es habitual en los inicios de los poetas, el libro incluye caídas en la verborrea. Editado con esmero, contiene sinopsis biográficas y fotos bellas. Forzosamente parcial, el conjunto ofrece un interés indudable.
Herencia
Hemos calculado el peso, el aguaque se llena de huellas
y que es ilegible en su transparencia,
consciente de la escasa compañía
que nos hace.
Llega al fondo y palpa no sé qué espejo
viscoso, última forma
de entrega.
Es éste el regreso
a un idioma para nudos de lluvia.
La forma no puede volver al gesto,
si se apoya en lo que cae.
Aitor Francos