Leopoldo María Panero
La vieja aspiración a que el conocimiento de la biografía de un poeta no interfiera en la apreciación de su trabajo nunca pudo aplicarse plenamente a la vida y obra de Leopoldo María Panero (1948-2014); o, mejor dicho, sólo tuvo validez en el breve intervalo que medió entre su inclusión en la célebre antología Nueve novísimos (1970), que lo aupó a un puesto prominente en aquella hábil operación de relevo generacional, y su aparición, seis años más tarde, en la película documental de Jaime Chávarri El desencanto, protagonizada por la viuda e hijos del respetado poeta Leopoldo Panero y entendida por el público de entonces como una valiente puesta en escena de las diferencias generacionales entre la España amoldada a la dictadura de Franco -de alguna manera representada por el fantasma del padre muerto- y la que se aprestaba a afrontar una difícil transición hacia la democracia.En realidad, lo que mostraba esta dura película no era otra cosa que el conmovedor espectáculo de los malentendidos que se incubaban en el seno de la clase media culta española en un momento en el que ni sus estructuras familiares ni su bagaje intelectual estaban preparados para asumir sin trauma los cambios de mentalidad que venían de Europa. Leopoldo María hacía aquí el papel del más "contracultural" y deslenguado de los tres hermanos, y su afectación de ebriedad y locura parecían requisitos imprescindibles para aquella valiente representación pública de lo que la sociedad española hasta entonces había preferido ocultar o callar.
La notoriedad sobrevenida y la ya patente deriva del joven poeta hacia la locura diagnosticada y reconocida pesaron desde entonces sobre la apreciación de sus escritos: aún hoy resulta imposible leerlos sin pensar en que muchas de sus acuñaciones e ideas recurrentes fueron también los mantras con los que el poeta devenido personaje se representaba a sí mismo en sus cada vez más chocantes intervenciones públicas.
De que esa locura, como la de Hamlet, tenía "método" han quedado, no obstante, sobrados testimonios. Este póstumo Acerca de un posible testamento, transcrito y prologado por Ángel L. Prieto de Paula, recoge algunos de ellos: una autoentrevista, algunas interacciones con diversos personajes del entorno humano e intelectual del poeta, algunas notas de taller y un puñado de elocuentes prólogos a libros propios y ajenos. Su asunto principal es, como no podía ser menos, la locura; o, mejor dicho, el malentendido que el poeta convertido en analista de sí mismo cree percibir en la idea de locura comúnmente aceptada: el loco, el minusválido, el distinto, son para Leopoldo María Panero encarnaciones de todo aquello que la sociedad burguesa teme o no quiere aceptar de sí misma, y que por ello aspira a conjurar mediante un discurso estético, médico y filosófico que el poeta encuentra inaceptable.
Lo curioso es cómo esa toma de postura, a ratos bien fundamentada y a ratos resuelta en pura palabrería, deriva con naturalidad hacia un terreno bien conocido por el lector habitual de poesía: la reafirmación de la propia valía ("leedme: aún estáis a tiempo") y el denuesto de otros escritores y grupos que representan posturas estéticas contrarias ("Si para ser poeta hace falta dar coba por aquí y por allá, y ser amigo de Luis Alberto de Cuenca, prefiero ser carpintero"). Hay también espacio, en estos escritos azarosos, para la queja por la recurrencia de los ecos de la ya mencionada película de Chávarri ("los Panero parece ser que estamos destinados a ser impunemente insultados por la prensa"), e incluso para algún bosquejo reconocidamente paranoico -aunque la paranoia, como se encarga de decirnos el autor, tiene siempre un fundamento real- de posibles conspiraciones contra su persona ("Yo vivo desde el 23-F de 1981 siendo objeto de internacionales (sic) ilegales y políticas").
Más llamativo es que, en este magma, haya también lugar para algún lúcido ensayo sobre la poesía a dos voces (su hermoso prólogo a Tensó, libro escrito al alimón con el italiano Claudio Rizzo) y para la puesta en palabras de un fundamentado dolor de vivir. La poesía de este Panero está hecha de esos dos ingredientes: uno tomado de la cultura y el otro de la vida. Estos papeles desordenados ofrecen una buena mezcla de ambas cosas.