José Luis Piquero

La isla de Siltolá. Sevilla, 2017. 94 páginas, 12€

José Luis Piquero (Mieres, 1967) suma este libro a Autopsia (su poesía reunida), El fin de semana perdido y la antología Cincuenta poemas. En la "Nota final" explica que está escrito de "un tirón de ocho años". Si bien se trata de "un discurso continuo", se divide en partes: "Merma", o la "rendición" y el "despojamiento"; "La visita", o el "desamor"; "Quemaduras", o el desgarro y la muerte; y "Nolugar", o la inquietud y el miedo. Sigue fiel al "uso de máscaras y escenario". En efecto, estamos ante una poesía de la ficción, sin que por ello el autor y su vida no queden reflejados en ella. Se trata de manipular la escena y los personajes. Así, el vidente, el insomne, el héroe, el abducido, el inmortal...



A esto cabe añadir, de una parte, el lenguaje coloquial y el tono narrativo. De otra, la ironía (con visos de humor y sarcasmo) y la desolación existencial; una rebeldía que no elude cierta agresividad. Más que "realismo sucio", veraz malditismo; no como el impostado de tantos. Su estilo es cortante, inmediato, directo. Con preguntas y respuestas: "¿En qué me he convertido?". "Ya sé quién soy ahora: el que ha olvidado / su secreto: el fervor".



Hay algo de fantasmal y misterioso en el movedizo personaje central de un libro que juega con la realidad sin prescindir de la imaginación. En busca de la identidad. De la encontrada o de la perdida. Porque "Ser irreal también es un estado". "Lo único cierto en mí es que soy mentira", leemos. O: "He desaparecido de mí mismo". Y: "ahora soy un extraño, un eremita. / Alguien que está viviendo en mi lugar".



"Un hombre necesita una tarea, / como contar su historia". Es lo que hace aquí Piquero. O cualquiera de los seres que le habitan.