María Domínguez del Castillo

Esdrújula Ediciones, 2017. 96 páginas, 12 €

Todo primer libro puede ser una deflagración, un latigazo eléctrico en los ojos. Lo demuestra María Domínguez del Castillo (Sevilla, 1997) en Presente y el mar, editado por Esdrújula. Lejos de la unidad orgánica, se decanta por los estallidos. Otro mar nos crece "dentro -el fémur, las costillas"-, como revelación del misterio en la corporeidad. La palabra se expone a su descomposición, en la ruptura lúcida de una juventud sin escenario: "Me maté / me maté tan joven" (...) que no me llegó la cartera para pagar la barca de Caronte". Una generación sacrificada para la que nadie "pintó las puertas con sangre de cordero". Pisos vacíos, calles donde Casandra se funde con borrachos muertos de felicidad ajena. Buenos poemas: muchos. El viento en Pont des Arts, prosa y verso roto en su caída; Texturas y el silencio; La tierra infértil, con esa fantasmagórica y redentora procesión de ángeles enfermos; y el ambicioso y hondo, mezcla de tonos, Me duelen las calles y un charco de agua sucia. Desposeídos de futuro, la poeta advierte que hemos nacido muertos mientras remamos hacia el presente.



De prematuras muertes

Yo soy el hombre que mató a Leopoldo María Panero.
LEOPOLDO MARíA PANERO




Me maté

me maté muy joven

muy joven, una mujer apenas, me maté

muy joven

con una terrible consciencia


prematura

-del azar y del absurdo y de la vida,
como una gran equivocación-
con una sensibilidad
desafortunada.

Traducida primero


en un exceso de dolores en la boca del estómago

un exceso de mordiscos y de ratas roedoras

y de tazas de café frío derramadas sobre los párpados.

Traducida más tarde




en una indiferencia terrorífica en una mujer tan joven en una mujer apenas una indiferencia terrorífica un hastío un tedio eterno patológico entiende patológico un tedio patológico y no sé qué dolores de espalda



Me maté, me maté tan joven, conociendo, destapando las mentiras
retorciendo las mentiras por el cuello


las palabras las ficciones los afectos


las estructuras vacías


( V A C í O )


los vacíos entre cada interacción


las costumbres aprendidas


LA SOLEDAD


LA SOMBREDAD


Me maté

me maté tan joven

que no me dio tiempo siquiera para finalizar los estudios

para imprimir la sangre burocrática del sello

(desollar el sello, sello en el hoyo, oyó el sollozo)

Y por tanto -y no es extraño- tampoco para trabajar.

No gané dinero.

Mucho menos coticé.



Me maté, me maté tan joven

tan joven -y mi piel clara

sigue siendo igual de clara


ahora,


algo más fría-.




Tan joven, fue de repente, creo que en esta residencia

tan joven -sin becas ni ahorros-

que no me llegó la cartera para pagar la barca

[¡Ah, porque cuánto quise viajar en barca!

Verán, se sigue soñando incluso desde la muerte]

No me quedaba dinero para pagar a Caronte

-y nunca aprendí a dominar el arte de la retórica

ni fui demasiado bella, solo un poco, sutilmente,

y nunca aprendí a nadar distancias largas-.



Me maté, me maté tan joven.

Ah, si supieras lo joven.



Y entonces, y ahora, y entonces (es decir, siempre)

en toda esta muerte en todo este mundo



¿Qué hacer con el tiempo?


¿QUÉ HARÉ CON EL TIEMPO?