Pere Gimferrer. Foto: Santi Cogolludo
En la historia de la literatura pocas veces se da el caso de que un libro suponga un punto de inflexión en la estética dominante y eso es lo que sucedió con la publicación en 1966 de Arde el mar. En efecto, ese libro no solo dio a conocer a uno de los grandes poetas contemporáneos, sino que con su estética, forjada en la lectura de lo mejor de la poesía internacional, dejó definitivamente cerrada una etapa en la que nuestros poetas se nutrían de la propia poesía española, lo que daba en un inevitable efecto de repetición de temas y fórmulas.Desde entonces, la obra de Gimferrer (Barcelona, 1945) no ha hecho sino confirmar que su poesía es de primerísima calidad, sea cual sea la lengua que le sirve de vehículo de expresión, pues además de libros en lengua castellana ha publicado no pocos en catalán, serie inaugurada en 1970 por el magnífico Els miralls, y en 2014 sorprendió con Per riguardo, colección de poemas en italiano. Es autor además de dos novelas muy diferentes y de excelencia las dos, La calle de la Guardia Prusiana y Fortuny, y una extensa nómina de ensayos sobre literatura, arte y cine, donde brillan sus profundos, y raros por poco comunes, conocimientos y perspectivas críticas siempre originales y radicalmente modernas.
Y ahora Las llamas. Como no deja de señalar en el comienzo del epílogo Aurora Egido, al que denomina collage por estar escrito con abundancia de palabras gimferrerianas y de otros, ensambladas en un ejercicio de fusión de crítica y literatura, de erudición y gracia en la escritura, es imposible no establecer la conexión del nuevo título con Arde el mar y tantos otros pasajes del propio Gimferrer. Es la insistencia en lo ígneo, en lo lumínico, lo solar, que al tiempo que hace ver ciega.
La cita que precede a los poemas, tomada de ese cancionero de amor que es The Sonnets de Shakespeare, anuncia una de las claves centrales de Las llamas: pese a la edad, la amada y la juventud borran los años y hacen joven. Se trata de una de las claves centrales de este libro y de toda la escritura de Gimferrer, quien de libro a libro se reinventa como nuevo poeta en un gesto de (re)fundación -siendo imposible la fundación absoluta dado que la literatura es serial-. Junto a la juventud, el transcurrir del tiempo, la muerte a la que este lleva y el amor son los temas de los que trata Las llamas.
Amor y juventud, en la actitud, en la escritura, serán la salvación de la vejez y/o de la muerte. El poderío del amor es tal que el sujeto sale de sí mismo, hace vivir fuera de sí -en todos sus sentidos-, es, como dirá uno de los poemas, "el sueño de ser uno cada uno, / el sueño de ser dos que ya no serán dos"; se lee en otro de ellos: "la noche que queríamos beber, / la fuente de la eterna juventud, acto de primavera: / somos jóvenes ya fuera del tiempo, / en la inmortalidad de un capuchón de gasa." El amor hace inmortal, pero a la vez la intensidad del sentimiento da la muerte, es el morir de amor que está en Petrarca y su encuentro con Laura y tantos otros: "Yo vi unos ojos de mujer dorada / y yo me vi morir en aquel oro". ¿Contradictorio? Sí, pero en un modo de contradicción que no es excluyente, sino que, por la lógica de lo poético, la del oxímoron, supone una doble afirmación de los opuestos, pues la palabra poética es discurso de conocimiento, reto a la consabido, apertura a lo pensado.
Que Gimferrer es un maestro del lenguaje, un mago de transmutar la palabra en música, un poeta que hace suya la tradición para insertarla en su escritura transformada en un decir que es radicalmente nuevo es algo que se sabe desde Arde el mar y que Las llamas no hace sino corroborar. Gimferrer: la poesía.
Like a prayer
Barría el viento las espumas secas,barrenando hojarasca con sus ojos.
Así me encaminaba al porvenir:
una ráfaga de aire en camafeo
desvelaba dorados de tus ojos no vistos,
más pensados que vistos, esta refundación de la mirada,
algo me va a salvar o condenar,
ojos claros, serenos, una idea de luz,
el litigio de sábanas y sotas en el juego de naipes de los cuerpos en trance de vivir,
la columna melódica del cuerpo, la columna visible de la luz invisible que te inunda los ojos:
dame la vida en este anegamiento,
tú, espoleta en la luz de amanecer.