Rupert Brooke fotografiado por Sherrill Schell en 1913. National Portrait Gallery
William Butler Yeats lo llama "el joven más guapo de Inglaterra". Virginia Woolf, conmovida por su belleza física, alardea de haber nadado desnuda con él. Estas anécdotas no suavizan el destino trágico de Rupert Brooke (Rugby, 1887 - Mar Egeo, 1915). Hijo de un maestro de escuela, el escritor compagina sus estudios con viajes por Europa. Redacta una tesis y se integra en el círculo literario de Bloomsbury. Es también miembro de un grupo de poetas, los georgianos, cuyo tradicionalismo se opone a las innovaciones estéticas de los imagistas. Amante de la actriz Cathleen Nesbitt, recorre Estados Unidos, Canadá y el Océano Pacífico. Conoce a Winston Churchill y participa en una batalla de la Primera Guerra Mundial. A bordo de un transporte militar, padece una septicemia por la picadura de un mosquito. Como si fuera el pionero de un fatalismo que afectará a estrellas selectas del rock, muere a la edad de veintisiete años.Esta edición bilingüe de la Poesía completa de Rupert Brooke comprende ciento quince composiciones. Los dos textos iniciales anticipan el tono que el poeta va a usar en el resto de su obra. La nitidez expresiva es su principal característica. El autor, oculto, observa a sus amigos sentados a una mesa. Cada cuerpo es "una máquina de esplendor". Sin embargo, Brooke prevé con melancolía los estragos de un fantasma llamado tiempo. Con idéntica entereza es descrito el desdén de una persona amada. Y pronto leemos el poema "1914", dividido en cinco partes, la última de las cuales, titulada "El soldado", contribuye a la consagración del escritor. Son versos patrióticos. En plena contienda mundial, los combatientes ingleses necesitan el fervor de unas palabras, y Brooke aporta su arte. Mientras se suceden las atrocidades de la guerra, el poeta alude a "una tierra extraña". Después menciona las puertas de la mente, un aroma, las ruinas, un barranco. Los pensamientos religiosos mitigan sus dolores e inquietudes. Nos dice que no puede concebir un futuro "completamente seco". Considera que los hombres son sólo unos espectros del rostro divino.
Rupert Brooke emplea con frecuencia imágenes tomadas de la Naturaleza para transmitir sus tensiones íntimas. Identifica sus recuerdos oscuros con la piedra de un niño. Las olas del mar hawaiano brillan como la cabellera de una mujer. Los reyes antiguos se han convertido en moho amargo. Las nubes aparecen o desaparecen al mismo tiempo que el escritor medita sobre el conocimiento y las ingenuidades amorosas. Y, de repente, la ironía. En el funeral de la juventud desfilan la locura con sombrero de bufón, la lujuria llorosa, el ardor encanecido, la generosidad desaliñada. Luego, sin sarcasmos, el poeta nos define como un tren solitario en viaje nocturno. Y ve la belleza entre unos destellos y unos "jirones de risa sombría".
Destaca la hondura del poema "El pez". Sus setenta y siete versos hechos con algas, sangre, raíces y gritos a la deriva mantienen un fondo sosegado. Cualquier recoveco, los jardines y las colinas son los escenarios donde se repite el pesimismo de Brooke. Pero se trata de un pesimismo que nunca acepta la resignación: "No dejo de pensar cómo el amante / contraría a la tumba incontestada", afirma el poeta. Sus composiciones más antiguas, situadas al final del libro, no desmerecen del conjunto. El escritor adolescente percibe así la fatiga de la Tierra: "Se lamenta dolorida, cargada del odio de los hombres, / pena de los vivos, peso de los muertos".
La Poesía completa termina con un texto que Rupert Brooke escribe a sus dieciséis años. Las traducciones de Eva Gallud Jurado respetan estrictamente ciertas peculiaridades de la versión original. Por ejemplo, Brooke inicia con una letra mayúscula buena parte de sus vocablos cuando se refiere a la fe religiosa. Los lectores en lengua española tienen por fin la oportunidad de conocer los méritos de un clásico de la literatura inglesa.
@FJIrazoki
Amanecer
Cuando en la noche de mi vida venga el amanecerdispersando la niebla de los sueños, la triste melancolía,
antes de ese terrible alba de la tumba:
¿Olvidaré el sordo dolor del recuerdo?
¿Mi corazón cansado como un niño despierto
llenará el amanecer de música? ¿No retendrá
alguna de las tristes notas de mi anterior esfuerzo,
sino a través de ese espléndido nacer del día y hará
más bella aún la belleza, más hermoso el amanecer?
Sólo temo no encontrar
esa valiente sonrisa que una vez iluminó el aire oscuro,
los brillantes ojos que albergaban pureza,
ni ver la pálida nube de su pelo al ondear,
reír y saltar en el desolado viento.