Basilio Sánchez. Foto: Archivo del autor

Premio Loewe. Visor. Madrid, 2019. 84 páginas. 12 €

Desde A este lado del alba, el primer libro de Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) publicado en 1984, a este He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes hay una unidad profunda en su obra poética, el presupuesto de que, más allá de la relación con las cosas, exista la posibilidad de trascenderlas para establecer otro vínculo con ellas, con el mundo, un vínculo que se nombra como lo sagrado, término que no falta en este nuevo libro: "Acercarnos con afecto a las cosas / permite intimar con lo sagrado / que permanece en ellas". Esta idea lo hace conectar con la poesía de Hölderlin, Wallace Stevens o René Char y, entre los poetas de la tradición hispana con Claudio Rodríguez o Colinas, por nombrar unos pocos y, por supuesto, en cada caso con sus características particulares. Viene a acercarse esa visión de la poesía a lo que María Zambrano nombró como "razón poética", un oxímoron para algunos pero que expresa bien cómo Razón y Poesía no son discursos distintos y distantes, sino que se exigen para un modo de conocimiento que ha de superar a ambos y que se abriría al ser. Los poemas de Sánchez se sitúan, así, en la poesía del conocimiento, una de las tradiciones más fructíferas, si es que no la más, un discurso que no pretende decir lo que hay, lo que se ofrece a la vista y el resto de los sentidos, sino que trata de sobrepasar esos límites, de servir de apertura al ser, para decirlo casi al modo de Heidegger. Pero, como ya se ha insinuado, lo metafísico de esta poesía -todavía no he dicho que de excelente calidad, lo digo ahora- arranca de la vivencia de la realidad, de la contemplación de las cosas mismas y, así se afirma aquí, son ellas las que dictan el poema: "En la ventana arde / la lámpara de cobre / de la que se desprenden las palabras", y la cita invita a llamar la atención sobre la poderosa función de lo lumínico en esta poesía, la luz que es, al fin, una metáfora del conocimiento. Y ¿qué imponen las cosas al decir del poeta? Los versos que suceden a los citados dan la respuesta rotunda y clara: "Lo conocido excava / una puerta en el muro de lo desconocido." Y estos versos a su vez son una nueva invitación a señalar cómo los poemas de Sánchez se deslizan con toda naturalidad a la reflexión de la experiencia poética y el quehacer del poeta. ¿Visión particular de la poesía y del ser? Cómo no habría de serlo. Aunque han quedado nombrados algunos de los poetas con los que coincide, esta escritura poética es universal: la mano, dice, "guarda en su interior una palabra / que arderá para todos" y unos versos más adelante el poeta se vacía en un espacio que "me deja a veces / escuchar en silencio el murmullo de la especie". El poeta da ese murmullo, la voz metafísica, a la lectura con economía de medios. Por supuesto, con musicalidad, expresión de la armonía, la vieja y nunca olvidada armonía cósmica, la del tiempo comprimido en un instante, la de la conciliación de las cosas, tan diferentes, en la unidad del ser. Poemas de léxico sencillo, de sintaxis clara, que sirven bien para desentrañar lo secreto, para desvelar el misterio -secreto y misterio son voces del libro-. Palabra propia la de Basilio Sánchez, si bien la poesía, como reflexiona en uno de los poemas, "es una forma / de sentirte tú mismo siendo otro / de asumir la existencia de los otros / como si fuese tuya", un ejercicio de enajenación apropiada que habla de cómo lo íntimo, dicho poéticamente, se ofrece a ser compartido, que muestra, en definitiva ,el valor ético de esta escritura. Libro espléndido este, como los son los anteriores de este poeta, cuya obra ha tenido el orgullo de recibir diversos premios, aunque el mejor reconocimiento posible es el de la lectura, a la que desde aquí se invita con vehemencia. ¿Quién se resistirá a estos poemas que son todo un regalo?


El lenguaje te obliga a decir bien lo que has oído de la brizna de hierba, lo que intuyes de la gota de ámbar, lo que no has comprendido de la vida. Escribir un poema supone, de algún modo, regresar otra vez al principio, al hervor silencioso de la nada, al caldo primigenio y a los cielos sin luna, a la inminencia de las casualidades y los astros. De la fricción continua de una rama con otra brota el fuego que ilumina la gruta y hace brillar los ojos de los hombres congregados en su noche perpetua. El sonido de la página en blanco es el de un hueso golpeado contra una piedra.