Image: Pemán, sin adjetivos

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Opinión

Pemán, sin adjetivos

Los Alucinados

19 abril, 2000 02:00

Pemán no recordaba la entrevista en Jerez, sin duda, pero le había gustado el libro, y lo escribió con esa generosidad que sólo tienen algunos hombres con los que nadie ha sido generoso

Entre el gracejo madrileño de Ortega y el gracejo europeo de d’Ors había metido Pemán su gracejo gaditano. Es uno de los grandes prosistas de la Falange, pero sólo en el artículo, aquellas terceras de "Abc".

Quiere decirse que Pemán ya había fracasado en las Cortes republicanas con sus discursos aprendidos y redichos, como luego fracasaría -triunfando- con aquello que los rojos llamaban "teatro malo que no es de Pemán", retorciendo la frase barrocamente. Asimismo, Pemán logra una poesía de romancero del XIX, costumbrista, casticista, pero fracasa en la pura lírica, como místico o como existencial. O sea que su género genético era el artículo, y más aún, el artículo para "Abc", y más aún para los domingos. Todos estos círculos concéntricos no quieren decir que Pemán fuese malo, sino que era muy bueno en lo suyo, y al decir esto quiero decir que se burlaba del fascismo y el franquismo al mismo tiempo, pero desde una derecha liberal y católica. Como d’Ors.

Había leído tanto sus terceras de "Abc" que me fui a Jerez para conocerlo, para hacerle una entrevista, allí, en su salsa de caballos y veleros, de limpiabotas y campesinos redichos que habían leído a Pemán. Sobre la mesa del despacho tenía un crucifijo y una foto dedicada de Jean Cocteau. Eso era Pemán. Un cruce de esnobismo francés y catolicismo provinciano, de vanguardia parisién y Rocío jerezano.

Es curioso cómo en la literatura se puede tener amistad a distancia con un maestro sin aceptar nada de su magisterio. A mí, de Pemán, lo que me interesaba eran los resortes de su articulismo, el minué entre ingenio y trascendencia, entre gracia y pensamiento, mixtura de donde siempre sale un lírico civilizadísimo, un ácrata correctísimo, que es lo único que se puede ser en este mundo de barbarie digital.

Pasados unos años, compraba yo el "Abc" en mi quiosco, como todas las mañanas, y me asaltó la tercera página con un artículo de Pemán que se llamaba Umbral, y que hacía glosa de mi amanecido Larra. Pemán no me conocía ni recordaba la lejana entrevista en Jerez, sin duda, pero le había gustado el libro, y lo escribió con esa generosidad que sólo tienen algunos hombres con los que nadie ha sido generoso.

Un poeta del Gijón me dijo:

-Una tercera de Pemán en "Abc" es la consagración, Umbral.

La consagración no ha llegado nunca, pero Pemán hizo lo que pudo.

Con el tiempo descubrimos que Pemán era rehén de su mujer, una Domecq o así, con la que se había casado "por cuatro racimillos", como llamaba él a sus viñas. Pero muere la esposa y Pemán se convierte en el viudo alegre, como que publica Mis almuerzos con gente importante, best/seller donde cuenta las tripas del franquismo, más la libertad y facundia con que escribe ahora sus artículos.

No había censura ni leches. La censura de Pemán era su santa esposa. El Pemán viudo fue mucho más leído que el de toda su vida. Hay escritores que tenemos la censura en casa, pero lo disimulamos clamando contra el sistema, cuando la verdad es que el sistema nunca se ha ocupado de nosotros. En Barcelona volví a ver a Pemán.

1975. Firmaba yo en la Plaza de Catalunya mi premio Nadal, Las ninfas, y me pusieron en la caseta junto a un Pemán sordo y viejo, auxiliado por una hija. Sordos los dos, tuvimos un diálogo muy bonito y conservo foto al efecto. Era el Pemán penúltimo, el que estaba a punto de confesar que no creía en nada de lo vivido y que entendía mucho mejor la justicia de las revoluciones que la caridad de las novenas.

Pero entre el parkinson y Franco se ocuparon de callar su palabra para siempre, y hoy Pemán es la memoria olvidada del franquismo, cuando en realidad era un ingenio volteriano de derechas con mucha cultura y mucha gracia, un De Maistre o un Claudel o un Montherlant, uno de esos grandes derechistas franceses a quien todo el mundo reconoce el talento, aunque nadie vaya a misa. Pemán, bien leído, está mucho más cerca de Voltaire que de las monjas Oblatas. Quiso hacer un volterianismo de derechas, como d’Ors, pero no le entendieron. A mí, ya digo, me enseñó los resortes más profundos del artículo, ese ir y venir de las ideas que al final da una obra maestra. Una pequeña obra. No hay mucha gente que haya escrito como Pemán en España.

Es la suya una escritura que delata irónicamente la mentira de lo que está diciendo, el juego y la crítica. Demasiado fino para lectores poco finos, para lectores españoles que van al pan pan y al vino vino. Lo siento.

Así, malentendido por la derecha y no entendido por la izquierda, Pemán es hoy el nombre de un olvido, el apellido de una ruina anónima. La derecha es tan cerril que sus pocos talentos los asfixia en el dogma, la ortodoxia o la santa esposa.El caso Pemán nos lleva a reflexionar una vez más, en este libro, sobre las aventuras de un pensamiento de derechas que está demoliendo a la derecha desde dentro. Pemán se tenía miedo a sí mismo. Llevado de su capacidad de paradoja, pudo echarlo todo abajo. Pero no tuvo la bizarría de Ridruejo o la anarquía de Anson.

Aquel "Abc" que me consagraba en su famosa tercerita (Pérez Ferrero), por magisterio y sacerdocio de Pemán, me masacra hoy mismo sin que se sepa por qué. No hay querellas pendientes entre "Abc" y yo ni entre los Luca de Tena y yo. No hay verdad literaria en el caso. Sólo se entiende el tema como una vendetta personal. Y la sangre derramada. No duele el dolor con pseudónimo. Duele la ausencia de un Pemán capaz de avizorar, en aquel 1965, contra la dictadura y la Falange, a un joven glosador de Larra, de Europa, del pensamiento y la libertad. Barcelona, 1975: querido don José María, querido Umbral... Eran otros tiempos.