Image: Ally Macbeal

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Opinión

Ally Macbeal

22 noviembre, 2000 01:00

MacBeal nos devuelve a los tiempos del "cine de actor", no de autor, que es más pedante, y eso tenemos que agradecerle. Es un Woddy Allen femenino, inteligentísimo, adorable

Tiene el pelo delgado de las niñas que sueñan, tiene los ojos grandes, claros y giratorios de las muñecas que son malas personas, carece de nariz, qué maravilla, y tiene la boca grande, habladora, agresiva a veces, utilísima para el beso y otras artes, tiene el cuello muy largo, tallo de su cabeza apaisada, tiene los pechos tenues, inexistentes, y las piernas muy largas, de una dulce carnosidad insospechada, de una esbeltez que olvida el academicismo de la modelo y la robusta cartaginesa de la Monroe. Sin embargo nunca cruza esas piernas en posición de ligue, sino como una chica, juntando las rodillas y desparramando piernas y pies de catorce años. Es una niña de 30.

Ally viene de Broadway, porque es difícil llegar a actriz sin haber pasado por una escuela o una dura experiencia. Ha sido raptada por la televisión y ella tiene tanta personalidad que incluso le han puesto el nombre de su personaje a la serie que protagoniza. Lo cual, o sea, que la amo.

Bendita esta vida en que el cine o la calle nos dan una criatura de milagro, un ser todavía borroso de adolescencia, esos ojos de loca amantísima, ese resto de juventud que se aniña en algunas, muy pocas mujeres. Bendito el cine, la tele, lo que sea.

Ally es, con Chopin, Woody Allen y Buster Keaton, el único héroe del cine que ha hecho de su persona un perfecto, inolvidable y popular personaje. Porque una cosa es representar personajes y otra inventárselos con el propio cuerpo, aun trabajando sobre el guión de un desconocido. Aparte del trío magno que he citado -Ally, la más moderna y reciente-, están algunos otros genios del cine mudo, y luego Marlon Brando y Bogart.

Entre las mujeres, Mae West (que dicen que era un hombre), Marlene, Greta y pare usted de contar, que ya se le han acabado los dedos. Recogiéndonos en el cine contemporáneo, sólo Woody Allen y Calista/Ally han dado vuelta al planteamiento y, en lugar de servir un personaje, el guionista ha tenido que trabajar para el personaje creado por ellos mismos.

Alguna vez he sostenido que el gran actor siempre hace de sí mismo, con digno cabreo de mi entrañable y lúcido (medio pariente) Adolfo Marsillach. Adolfo escribió en ABC una columna replicando a mi osadía. Dice que el deber del actor es transformarse en otro. Eso lo hace él muy bien, pero yo sigo viendo en escena a Adolfo Marsillach, con su calva, su dicción deliberadamente pedante y su atmósfera indefinible, que es la atmósfera/Adolfo. Perdóname, amor, pero yo, cuando voy a ver una de Orson Welles, voy a ver a Orson Welles, no a Otelo ni Falstaff ni otros personajes que están en el bachillerato.

Esto de invertir los términos y conseguir que escriban para uno, me parece a mí, tan ajeno yo a eso, la gloria máxima del actor, mucho más que interpretar a Racine en la Comedia Francesa. Y esto es lo que ha conseguido Ally como sin proponérselo, y cuando la lleven al cine o al teatro tendrán que hacer algo que se parezca a ella, y no a la inversa. No concibo otra forma de plenitud del actor, de la actriz, que ésta de ser modelo del escultor literario, y no a la inversa. A fin de cuentas, el star/system se produjo cuando las grandes personalidades de la pantalla atraían a los públicos mucho más que los guionistas o directores, cuyos nombres incluso ignoraban. Las películas eran "una de Clark Gable" (pronunciado a la española) o una de Lana Turner. Parece que este relegamiento del actor, el actual, me refiero, ha sido un avance intelectual del cine, pero se ve que ha sido un retroceso, porque los grandes galanes y las divinas mujeres han sido sustituidos por coches que vuelan, máquinas que muelen gente, como la mezcladora de una obra, y en ese plan.

Entre los directores españoles, por cierto, hay uno solo que ha impuesto su personalidad sin ardides franquistas/postfranquistas: Pedro Almodóvar. La otra noche me he puesto los vídeos de las chicas del montón, Kika, etc. Pedro empezó haciendo un cine macarra, interesante para proyectarlo en un garaje, pero ahora su perfeccionismo es tanto, más el tirón de sus historias, que ha dejado perplejas a las generaciones de directores viejos y jóvenes. Sólo Garci, que es muy listo, ha decidido hacer todo lo contrario: un gran cine "de derechas", digamos.

Ally MacBeal, de la que me he alejado un poco para no darles a ustedes el coñazo en este artículo, nos devuelve a los tiempos del "cine de actor", no de autor, que es más pedante, y eso tenemos que agradecerle. Es un Woody Allen femenino, inteligentísimo, adorable.

Y con mejores piernas.