Image: Un ser de lejanías

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Opinión

Un ser de lejanías

Por el camino de Umbral

17 enero, 2001 01:00

Lo primero que tiene que entender el escritor y el artista es que escribir en presente es condenarse al pasado. El espacio natural del creador es el pasado, porque el creador sí que es un ser de lejanías

"El hombre es un ser de lejanías". La definición de Heidegger es muy compleja y no vamos a desmembrarla ahora, sino sólo a explicar por qué yo me la adjudico, al menos en lo que me concierne. Umbral, ser de lejanías. ¿Qué lejanías?

La primera lejanía del ser humano es el nacimiento. Nada recordamos de nuestra vida prenatal, aunque conservemos muchos tics y calorías de aquellos meses, como, por ejemplo, la tendencia a la postura del feto o el uso del pulgar como chupete, que en algunos adultos sigue vigente. Pero ,en puridad, la lejanía de la prenatalidad y la primera infancia es una lejanía insondable para uno mismo: se empieza a tener recuerdos conscientes a partir de los tres o cinco años.

¿Y qué se puede fundar sobre esta ignorancia? Somos dubitativos toda la vida porque no sabemos de dónde venimos, ni cómo, sino de una lejanía que puede remontarse años o siglos. En efecto, también la herencia secular nos deja muchos estigmas.

El hombre nunca llega a completar su personalidad, porque es una figura donde le faltan el principio y el fin. O sea la muerte. ¿Cómo será nuestra muerte, qué sabemos de ella, cómo nos la imaginamos, o no nos la imaginamos siquiera? Tampoco se puede fundar ni fincar nada en el espacio de 70 u 80 años de una vida, ignorando el principio y el fin.

Todo lo que ignora, el hombre tiende a suplirlo por una indefinible distancia. Esta es una tendencia que nunca nos han explicado los psicólogos, pero ignorancia es lejanía. No se le puede exigir al hombre que erija nada entre dos lejanías, y lo más que erige es una religión, una superstición, nada.

El hombre cabal no es más dogmático porque no sabe nada de sí mismo. Y quien no se resigna a esto se inventa un putrefacto religioso o político. Así pues, el ser de lejanías puede y debe asumir su lejanía, y desde ella mirar y pastorear el mundo, por utilizar otro verbo muy caro a Heidegger.

Frente a estas lejanías liminares, ¿es el presente una cercanía, una inmediatez, una realidad tangible? Quizá tampoco, porque el presente es otra lejanía, algo que vivimos como presente y mañana ya es pasado. Un presente que viene gestándose, si es festivo o triunfal, pero que luego pasa entre dos copas de champán. El champán tiene más presencia, continuidad y sentido que el presente. Las burbujas del presente se dibujan ya en el pasado, como el fuego de la chimenea se adelgaza en el humo dormido del cielo. Estamos condenados a la lejanía, antes y más y mejor que al infierno. Nos aproximamos a la tribu compleja de la realidad, del presente, del día de hoy, y nuestra sola presencia, nuestra sola memoria lo hace futuro, algo que se transmuta en pasado mientras lo miramos. Es lo que yo he llamado la "memoria simultánea", con sus magias.

En principio todos somos seres de lejanías, salvo los animales, que viven un presente absoluto (y por eso los amo tanto). Y lo mejor que se puede hacer con esta situación es convertirla en una condición creadora. Así, de Leonardo a Magritte. La Gioconda es todo menos presente. Magritte se complace en explotar el presente en sus cuadros, mediante el absurdo. Faulkner juega con los tiempos verbales. La acción no ocurre nunca en un presente, sino en un juego de temporalidades. El "flash/back", inventado por el cine, lo asimila en seguida la novela.

El presente ha perdido prestigio literario, desde las modas hasta las artes. Se llevan, en indumentaria, los años 70 u 80, pero de ninguna manera los 90, que están demasiado cerca.

El presente es mentira, no tiene credibilidad, y por eso el hombre 2001 se convierte en pastor de lejanías hacia delante o hacia atrás. Lo "camp" y la ciencia/ficción tienen más prestigio que nunca. El futuro nos hace jóvenes y el pasado nos prestigia. Tener un pasado ya es tener algo cuando no se tiene nada. Los muy viejos tienden a contar historias antiguas porque fueron su presente, o eso creen ellos.

El presente no existe y esa es la herida que mana del hombre.

Nadie sabe qué hacer con su pasado ni con su futuro, salvo organizarlo en cumpleaños. Sólo los creadores hacen del pasado A la busca del tiempo perdido o hacen del futuro la obra de Orwell o Huxley.

Lo primero que tienen que entender el escritor y el artista es que escribir en presente es condenarse al fracaso. El presente en seguida se pone viejo. El espacio natural del creador es el pasado, porque el creador sí que es un ser de lejanías.

La lejanía es lírica y es narrativa. Cervantes no acertó hasta que no entró en un tiempo mágico, entre la Edad Media, el Renaci-miento y el presente aldeano. Vale más ser aldeanos que ser postmodernos.