Opinión

Un verano en curso

20 junio, 2001 02:00

No ha empezado el verano (que lo hará mañana) y ya tenemos un otoño caliente. Poesía por todos lados, poesía necesaria, poesía hasta mancharnos, desde LAC a Jodra pasando, aunque sea por encima, por Juan Ramón. Y llega Sábato y los cursos y Ana Belén...

Como no podía ser de otra manera los cursos de verano se mojan los pies en la cultura. Verbigracia: Ernesto Sábato estará en El Escorial y celebrará aquí su 90 cumpleaños, mientras Seix Barral, atenta, publicará toda su obra. Lo último de Sábato, con todo, no es un nuevo libro. El escritor argentino está trabajando con Augusto Roa Bastos en la creación de una modesta editorial que esquive las fauces de la glotona industria de hoy. Irá dirigida, especialmente, al inmenso mundo marginal latinoamericano. El proyecto está muy avanzado.

Luis Alberto de Cuenca está a punto de morir de gozo. Visitó el Prado y la Biblioteca Nacional junto con las primeras damas de EEUU y España y se dio el placer de recitar parte de sus poemas en casa del tenor Enrique Viana ante un auditorio de lo más variopinto, que quería homenajearle. Incluso algún invitado famoso recitó a Cuenca de memoria ante la cara de asombro de éste. A la salida varios de los invitados se preguntaban si lo escuchado, que les sonaba en parte, era propio, de terceros o es que lo había cantado la Orquesta Mondragón de Gurruchaga.

"Hay dos tipos de personas", decía un humorista inglés. "Los que dividen a la humanidad en dos mitades y los que no". Pues también hay dos tipos de herederos de escritores: los que creen que eso consiste en intentar forrarse a costa del difunto y en poner zancadillas a los investigadores, y los que entienden que lo suyo es difundir la obra del antepasado, con buen criterio y trabajo. Ser heredero es un grato engorro. Así lo ha entendido Ana Cristina Tolivar Alas, sobrina-nieta de Clarín. El legado del polígrafo asturiano no podía estar en mejores manos.

Buenos herederos tiene también Juan Ramón, del que mañana por cierto se subastan en Madrid una serie de documentos que han salido, por arte de birlibirloque, de la Casa-museo de Juan Ramón, en Riotinto. La pobre Carmen Calvo, consejera andaluza de Cultura. no da una con el legado del poeta....

Ana Belén prepara su vuelta al teatro para el otoño. Tras el disco viene el escenario y el cine. Vuelve la diva progre a comérselo todo. La cosa está en saber, como se preguntan mis teatreros madrileños, si tendrá mando en Plaza...

Otra diva, esta vez de la alta poesía, es Carmen Jodra, qué vértigo provoca. Parece que ya ha terminado su segundo poemario. ¿Lo publicará Hiperión? Seguramente ¿Antonio Machado mediante? Todo se andará....

No será la única novedad de una temporada que se avecina cargada de versos. Para empezar, otro que arrasó con su primer libro, Pablo García Casado, editará la continuación, El mapa de América, antes de fin de año; y no tardarán tampoco los nuevos libros de dos primeras espadas, Carlos Marzal y Vicente Gallego. Calentito calentito...

Cuando se tiene una historia hay que contarla. Mario Gas va a publicar una novela porque dice que tiene "esa" historia. Les seguiré contando y desde el principio.

Tusquets (que por cierto, parece que ha fichado a Luis Antonio de Villena) anda preparando el lanzamiento de una revista al estilo de la que en Francia edita Gallimard. No es mal espejo en el que mirarse. El que sostenga el espejo parece que será Felipe Benítez Reyes, aunque el de Rota quiere que le dejen las manos libres.


El director Carlo María Giulini pasó por Madrid a recoger el premio de la Fundación Albéniz. Aunque han sido muchos los que se jactan de haberle propuesto, lo cierto es que quien lo hizo fue Piero Farulli, director de la Escuela de Música de Fiésole y premio del año anterior. Eso sí, Teresa Berganza se encargó de aclarar a los patronos de dicha fundación que mucho mejor Giulini que el violinista Accardo.


Me soplan que en el rodaje de El lado oscuro del corazón 2, de Eliseo Subiela, el argentino Darío Grandinetti no quiso oír el grito "¡corten!" en la escena de cama con Ariadna Gil. Al parecer Grandinetti, juntando los métodos del Actor’s Studio y de Stanislavski, se metió tanto en el personaje que casi tienen que llamar a seguridad para bajarle la fiebre interpretativa.