El eterno retorno
Tras los fastos y la holganza, vuelvo por donde solía, abrumado, eso sí, por tanta soledad y tanto duelo. Paco Rabal, Manuel Alvar, Juan Muñoz, Jorge Amado... ¡Qué silencio, en vísperas del eterno retorno cultural, con novedades que cada año lo son menos, y rumores, más que nunca, de cambios editoriales y ministeriales! Ya lo pregunta Ferlosio: ¿no huele?
Ana María Matute se aleja, de momento, del país de las hadas y la magia para reencontrarse con la España de 1930. Tiene ya cuajados los personajes y la trama, pero... le falta lo demás, así que habrá que esperar al menos hasta el año que viene.
Como si de un Cyrano adolescente se tratara, hace cincuenta años, en el Colegio Militar
Leoncio Prado, un cadete llamado Mario Vargas Llosa conseguía tabaco, centavos y permisos por escribir cartas de amor para otros cadetes. Cuatro cuartillas era la medida habitual, aunque a veces, cuando los amores eran difíciles, Vargas Llosa duplicaba los ímpetus amorosos.
Cien años no son nada, o tal parecen pensar los organizadores del año Jardiel Poncela, que está pasando casi inadvertido pese a la reposición de sus mejores obras. Menos mal que su nieto está dispuesto a desvelar al Jardiel desconocido en El raro de mi abuelo, memorias, o algo así, bien salpimenta- das de humor e intimidades.En el extremo opuesto, otras memorias, las de Ramón Serrano Súñer, que la semana que viene cumple cien años, cien, se cuecen a fuego lento y con documentos inéditos importantísimos desde hace años. El mejor postor se hará con ellas.
Por cierto, ya viene el cortejo, ya se oyen los claros clarines, ya empieza el baile de los premios literarios. El Fernando Lara desprende aromas de mi Caribe cubano y zumbón; el Lengua de Trapo, casi seguro que saldrá viajero, y se irá, ay, hasta el Uruguay, donde un guerrero ambicioso y crepuscular pasa sus días. ¿Y el Planeta? Cien milloncejos de nada y en el bombo, dando vueltas, dos nombres indiscutibles y cuatro o cinco comparsas con careto y tirón televisivo.
Todo cambia para que todo siga igual, a pesar de Sánchez Ferlosio, que vuelve al ensayo con No huele. En vísperas de inminentes cataclismos editoriales, la temporada arranca sosa, a pesar de Caballero Bonald, Eco, Gala, Terenci, Dragó, Preston, Trías o Saramago... Viene la reentré, eso sí, a tope de reediciones (Grass, Juan Goytisolo, Pérez-Reverte) y regresos. Arriba de nuevo la Armada inglesa de Herralde (Martin Amis, Julian Barnes, Hanif Kureishi y Kazuo Ishiguro), y vuelven Terenci Moix con su tantas veces anunciado Arpista ciego; Fernando Fernán-Gómez; Guelbenzu, Saramago, Jiménez Lozano; Espido Freire; Sánchez Ostiz; Javier García Sánchez. Hay novedades del último Nobel, Gao Xingjian, de otros que tal vez lo sean (Kadaré, Irving, Roth, Sollers) y de muchos que jamás lo serán (Stephen King, Danielle Steel, Ken Follet, Jeffrey Archer, Frederick Forsyth). ¿Lo mejor? Las memorias y biografías. Además de la segunda parte de las de Caballero Bonald y de Boadella, Mayor Oreja, por Isabel San Sebastián; Zapatero, por Oscar Campillo para abrir boca mientras, dicen, Felipe González acaba las suyas, y aseguran que no ha puesta ni una sola X. Tampoco es mala la rentrée poética: aparece la Poesía completa (o casi) de Claudio Rodríguez, Leopoldo María Panero presenta Me amaréis cuando esté muerto y, tras varios años de silencio vuelven Luis Antonio de Villena con Herejías privadas y Carlos Marzal (El corazón perplejo). Por el extranjero (ya llegará), Irving Welsh, el autor de Trainspotting, publicará Porno, segunda parte de su aclamada oda a los bajos fondos y a los bajos instintos. ¿Cumplirá lo prometido su protagonista ("Seré como ustedes, trabajo, familia, etc. etc?"). ¿Se habrá convertido Mark Renton en la versión masculina de Bridget Jones? Oh tempora, oh mores...