Opinión

Rostros y caras

26 diciembre, 2001 01:00

El de un célebre mecenas, cuya foto aparece junto a la de los artistas en cuanto evento patrocina y su nombre en todos los foyer de prestigio. Hombre, un poquito de discreción y buen gusto. En cambio tuvo ambas cosas la persona o institución gracias a la cual ha sido posible editar las obras que los compositores académicos escribieron para el cumpleaños de González de Amezua. Ni su nombre se ha sabido.

La de los patronos del Teatro Real al enterarse por la prensa del nombre de la nueva gobernanta, después de haber departido con las altas autoridades el día anterior sin que les hiciesen el más mínimo comentario.

El del comentarista cultural que siempre nos cuenta que era íntimo de todo bicho fallecido. Claro, para que el muerto no pueda atestiguar que ni se vieron.
La de un ex-embajador que se cree con derecho a prebendas de protocolo propias, no ya de embajador en activo, sino de presidente de gobierno. Se invita a todos los sitios y ocupa los mejores puestos.

El de muchos artistas que se creen más importantes que quienes compusieron las obras que abordan y colocan sus nombre en las carátulas o programas de mano en caracteres más grandes y vistosos que aquellos. Karajan lo podía hacer ya que su nombre vendía quizá tanto como el de Berlioz, pero otros… ¡por favor!

La de Lissner al encontrarse en Londres con uno de los protagonistas de sus memorias, que le alabó lo divertido del capítulo dedicado al Real pero le recriminó que no reflejase bien ni uno de los nombres de las personas con quienes trató. Vamos, ni el de la ministra.

El de algunos "arreglistas" que secuestran partituras, ya públicas, de grandes compositores para en algunas ocasiones -ojo, ni siempre ni todos ellos- estropearlas un poco a cambio de cobrar los derechos cada vez que se tocan dichas obras. Y, a veces, los originales de tales obras ya ni se pueden conseguir.

La de los oyentes de "SinfoRadio" tras los últimos recortes de la emisora, convertida ya en pura fórmula y sin postes.

Y, naturalmente, el de quien empieza su apellido por ahí. El artista ha aprendido a forrarse en España. Ahora cien millones por tres Réquiem catedralicios en tierras naranjeras. Caras "hostias et preces". Y seguro que no van a parar a la beneficencia.