Ossip Mandelshtam
"Playa a la luz de la luna" (fragmento), de Léon Spilliaert (1908)
La metáfora es la herramienta más poderosa para cambiar el mundo. Hoy se ha perdido la metáfora, los jóvenes no saben hacerlas y mucho menos renovarlas. Estamos en una escritura pobre, restringida a la vulgaridad de los argumentos
Lo de Ossip Mandelshtam es una crónica de lo cotidiano absolutamente levantada a lo lírico por obra y gracia de las imágenes, de modo que no tiene nada que ver con el realismo ruso, con el padrote Tolstoi ni con nadie, pero sí con pintores como Marc Chagall y con las vanguardias que herborizaban por entonces en toda Europa. En nuestro autor son muy importantes las sensaciones y los colores, el clariver de las ideas, los vapores, la temperatura de la vida y tanta riqueza como podía dar San Petersburgo antes de lo que vino después.
El narrador llega a confundirse con lo narrado, de modo que hay un ensí a quien no le gusta hablar de sí mismo sino seguir los pasos al siglo, el rumor del manadero, el tiempo. "Mi memoria no es cariñosa sino hostil y no se esfuerza en recrear el pasado sino en rechazarlo". Pero esto no es verdad porque las imágenes de Ossip Mandelshtam están llenas de entrañabilidad, aparte su audacia metafórica que le viene milagrosamente de Apollinaire. En todas las tertulias de los años del Gijón y de Oliver se leía y comentaba ya a los formalistas rusos con toda naturalidad, como si fueran los miembros de una revista poética que había salido en Albacete. Pero sobre todo se hablaba de Mandelshtam, que algo tiene de Los cuadernos de Malte de Rilke. La prosa de Ossip Mandelshtam crea en seguida una temperatura propia, como la pintura de Rembrandt está más en la atmósfera que en los objetos. "Palpar y reconocer con el oído".
Formalistas rusos, Biely, Blok, Ajmátova. Todos muy perseguidos por los soviéticos, pero su huella digital está en Nabokov y Borges. Hasta hoy mismo. En unos días dejamos de ser realistas soviéticos para ser formalistas rusos, que era una manera mucho más elegante y gustosa de dejar constancia a la censura española de que nosotros nos proveíamos exclusivamente de Moscú. Nuestros censores no acababan de saber qué había que hacer con eso de los formalistas rusos, que les parecía una generación nueva de jóvenes españoles fieles a Stalin, mientras Stalin mataba formalistas rusos todas las mañanas, porque era más o menos como un censor español del ministerio, pero con botas.
Ossip Mandelshtam nació en Varsovia a finales del XIX, pero en seguida le llevaron a Petersburgo, donde pasaría ya la mayor parte de su corta vida. Queda consagrado como uno de los jóvenes geniales del siglo, con más temperatura lírica que Rimbaud, aunque esto parezca mucho decir. Seguidor de la Revolución, luego fue perseguido por Stalin, acusado de individualismo y de crítica al régimen, y murió deportado en Siberia, cerca de Vladivostok, en sitio y fecha desconocidos de 1938. Eduardo Rico había cambiado de whisky, de tabaco y de poetas. El formalismo ruso es consecuencia o manadero del absoluto vanguardismo que se inicia con el siglo. Sólo Ramón Gómez de la Serna y Borges se acercan en parentesco y modernidad a estos escritores. Su mensaje político ya sabemos cómo acabó. En cuanto a su mensaje poético no supone sino la imposición de la imagen en la escritura por encima de lamúsica, el pensamiento o los asuntos. En la metáfora está la literatura. La metáfora es la herramienta más poderosa para cambiar el mundo. Hoy se ha perdido la metáfora, los jóvenes no saben hacerlas y mucho menos renovarlas. Estamos en una escritura pobre, restringida a la vulgaridad de los argumentos.
Han pasado muchos años, aquellos tabernones de la ruta del Gijón se convirtieron en corseterías y ya todos hemos olvidado que somos formalistas rusos y escribimos de cualquier forma. Hoy no surgen escuelas como aquélla. Hoy surgen premios muy comerciales y autores de canciones pop. Yo vuelvo algunas noches a sentirme formalista ruso y escribo con imágenes hasta en el periódico. Mandelshtam y Nabokov velan mi sueño despierto, entre eso que Ossip llamó "el sagrado Egipto de las cosas".