Image: Humorismo

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Opinión

Humorismo

8 mayo, 2002 02:00

Artur do Cruzeiro Seixas, "L’oppreseur" (1951)

En las democracias burguesas bien abastecidas de sentido común, convencionalmente felices, no es posible hacer un humor que refleje la realidad distorsionada de acuerdo con la distorsión de la vida

El humor del siglo XX nació con el cine, aunque esto es cosa que casi nunca se ha dicho. El humor del sigo XXI sigue siendo el mismo y, si hay un humor nuevo, algunos no nos hemos enterado. El humor moderno nace de una carencia, como tantas veces ocurre en el arte. Cézanne, cuando ya tenía las manos difíciles, por la edad, hacía que le atasen los pinceles a las muñecas para seguir pintando, y de ahí podemos decir que nació un estilo nuevo de Cézanne. Aquel cine mudo, en blanco y negro, torpe técnicamente, daría un humor nuevo. Ya la proyección acelerada de los personajes era una forma de humor insólito, generado por la máquina, que se consagró como una vanguardia.
Buster Keaton es quizá el más renovador de aquella escuela de Hollywood. El hombre que suprime la sonrisa, con lo que deja al descubierto no una tristeza convencional y conocida sino una tristeza casi mineral que torna humorístico todo lo que hace, pero de un humorismo patético, precursor inaudito de Samuel Beckett y tantos otros. Este humorismo nace del cine, sí, como muchas cosas, y con él el concepto mismo de eso que se llamó "humorismo" para luego quedarse en humor. El cine sonoro recuperaría la ironía tradicional, galante, elaborada, inteligente, pero eso era literatura. El humor puro de imagen muere con el mudo. Sólo Buster Keaton puede darnos la extraña melancolía de pilotar un barco vacío donde las puertas de todos los camarotes se abren y cierran a compás, según el bamboleo de la nave.
Este humor pasa al dibujo, la fotografía y la literatura. En España tenemos eso que se ha llamado el 27 del humor, que principia en Jardiel Poncela y ha llegado hasta Alonso Millán, Mingote, Máximo, El Roto, Cándido y todos los escritores y dibujantes de Hermano Lobo, con Chumy Chúmez como charnela entre La Codorniz y las revistas de la Transición política. Ahora se está recuperando aquel humorismo de los 70, pero no surgen nuevas revistas de humor. Y es que el humor, para vivir pujante, necesita un clima enemigo, una opresión o la consabida angustia de vivir, la pena existencial.
El humor es contradicción y necesita de contradicciones, pero en las sociedades convencionales de hoy, en las democracias burguesas bien abastecidas de sentido común, convencionalmente felices, no es posible hacer un humor que refleje la realidad distorsionada de acuerdo con la distorsión de la vida. Somos muy felices y nos reímos mucho, pero hemos perdido el sentido del humor. Ya no hay nada que se pueda llamar humorismo. Una película de los Hermanos Marx resulta incomprensible y nada graciosa para el humor que circula hoy por Internet.
Los escritores serios consideran el humor como un subgénero, cuando el humor y la poesía lírica son las actividades más difíciles y que permiten menos trampa. Hoy cada periódico tiene su humorista o varios humoristas/dibujantes, algunos de ellos muy buenos y actuales, pero lo que no se consolida es una generación como las que hemos aludido, y que pasan por el cine, el teatro y la prensa. Habrá un humor nuevo cuando el hombre encuentre una manera nueva de ser desgraciado, porque el humor es una respuesta simétrica y sólo aparente- mente irracional a la condición humana.
España, durante siglos, vivió en lo grotesco, que viene de gruta, en una risa de vino y revolución que estaba en Italia y en Bocaccio. De ahí pasamos al Barroco, que tiene sus escapes de humor en Quevedo y Torres Villarroel, pero se trata de un humor directo, con apartado propio, y que tiene poco que ver con la sonrisa, porque es hijo de la risa pantagruélica. Sólo en algunos momentos de Quevedo hay una voluta de sonrisa que anuncia ya el humorismo, es decir, la modernidad. Con la Tercera Guerra Mundial surgirá un humor salvaje y nuevo que nos gustaría conocer, aunque sea al precio de una guerra. Pero el humor siempre ha sido minoritario y caro.