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Esnobismo II
Mitsuo Miura, "Cintas" (1974-1998)
A lo largo de los siglos, el mayor esnobismo de una mujer es un hombre en la cama, pero un hombre que no pega, que no va, que no debiera. Hemos apuntado la falta de capacidad y naturaleza de la mujer para el dandismo, pero en cambio está muy dotada para el esnobismo
La Parker es tan absolutamente vulgar que ni siquiera destaca por su vulgaridad. Habría que tener mucho talento y cierta mala leche para seguir escribiendo de esta señora que más allá de los cuarenta todavía se permite asomar el seno izquierdo por un escote verde.
Para encontrar una esnob en estado puro y deleitable tenemos que hace parada y fonda en Mónaco, donde Estefanía sigue siendo la analfabeta más inteligente y con más personalidad de toda la nobleza europea. Ahora se dice por allá que Estefanía está viviendo un retorno melancólico, pero no sabemos a qué ni a dónde, ya que la chica está de vuelta de todo y ha descubierto que ni entre los escoltas profesionales se encuentra el amor eterno, lo cual sería un horror para la princesa más movida por el amor fugaz, pasajero y mudable. Estefanía, todavía en una juventud muy golpeada por la vida, se permite escotes aún más museales que los de Camilla, pero, como dedimos, descubrió a tiempo que más allá del amor de los propios escoltas sólo quedan los choris de Marbella. Estefanía es la Carmen Ordóñez de Europa, pero sin Virgen del Rocío. Esta familia tiene su Virgen del Rocío canonizada en el Casino de Montecarlo, y la Virgen les hace milagros todos los días, los millones de la familia, o sea. No es la primera mujer que se permite el esnobismo de probar las áridas sábanas del escolta, ya que la Penélope de Homero parece que tuvo ton-teos con los que aspiraban al trono de ítaca. A lo largo de los siglos, el mayor esnobismo de una mujer es un hombre en la cama, pero un hombre que no pega, que no va, que no debiera. Hemos apuntado, siempre bajo el beneficio de Baudelaire, la falta de capacidad y naturaleza de la mujer para el dandismo, pero en cambio está muy dotada para el esnobismo y, aunque las joyas y sedas se le hayan pasado de moda, siempre le queda el detalle esnob de un escolta en la cama, con su arma del nueve largo. Cualquiera que haya dedicado o perdido alguna tarde de su vida a ligar sabe que la mujer es una esnob de la lencería y es ella, y no él, quien va en seguida a contárselo a las amigas en el bingo.
Nuestro ministro del Ejército, señor Trillo, ha leído a Shakespeare y sabe de las pasiones humanas, de modo que ha metido señoritas soldado entre los hombres para que el ligue militar ya no sea un esnobismo y la esposa del coronel no se enamore inevitablemente del asistente, aunque, por otra parte, ya no hay asistentes.
A Estefanía la amamos los esnobs porque tiene esquelatura de hombre, amplio tórax y escuetas caderas, de modo que este amor nos sitúa al margen de la ganadería machista que las quiere rubenianas y pescadoras. En cuestión de erotismo, lo esnob está en elegir lo difícil, la muchacha efébica, que lo será toda su vida, redimiéndonos de la calurosa cercanía de una matrona.