Image: El esnobismo femenino

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Opinión

El esnobismo femenino

24 julio, 2003 02:00

Rita Hayworth en Gilda

El tipo de mujer actual, tal como ha llegado a ser en Occidente, supone un paganismo laico. Con Rita/Gilda empezó la deliciosa peste de las delgadas en Hollywood, o sea en el mundo

No está uno muy seguro de si existe un esnobismo femenino o más bien ocurre que la mujer toda es puro esnobismo, y no por malformaciones educacionales sino porque la configuración misma del cuerpo de la mujer supone un monumento al esnobismo, al lujo sobrante, a la sensua- lidad viandante, a la realidad excesiva, a la irrealidad artística.

Me explico. El tipo de mujer actual, tal como ha llegado a ser en Occidente, supone un paganismo laico que sólo encuentra espacio en los desfiles de modelos, en las playas nudistas y en la que pasa por la calle. En una columna de mi admirado Jorge Berlanga leo que la revista Playboy ha realizado un estudio matemático sobre el total de los desnudos femeninos reunidos en sus desplegables.

El resultado nos dice que la modelo, la chica del mes, la que impone un estilo de cuerpo, ha venido adelgazando a través de la larga vida de Playboy de una manera paulatina, científica y evidente. Los que hacen la revista cada vez las eligen más delgadas. Y esa delgadez pasa luego a la calle, a la moda, a la piscina, a la ropa.

Al paganismo de las gordas, que fue el de nuestros abuelos, ha sucedido el paganismo de las delgadas, pero esta transición no ha sido ni podía ser repentina, sino que obedece a un cálculo de la salud y la belleza de la mujer. Hemos estudiado tanto esa salud que hoy estamos en la anorexia. Otro columnista dirá que la tendencia a la anorexia es una tendencia al efebo, una cosa homosexual, o sea. Pero ni Jorge ni yo creemos en eso. Lo que han hecho los estilistas de Playboy es quitarle a la mujer todo lo que le sobra o sobraba. Demasiado pecho, demasiados glúteos, demasiada carne por todas partes. La mujer, aunque no hubiera leído a Descartes, se decía: "Estoy gorda, luego existo". Claro que a esa mujer no la había engordado la comida sino, como al caballo, el ojo del amo.

Este paso del panteísmo rubensiano al paganismo americano está en relación con todos los diseños del mundo actual. El gran avión es más estilizado, las Torres de Manhattan eran como de barquillo y en este plan. En cambio, el sobrante de pechos era como un tributo que se le ofrecía al esnobismo, una manera que tenía la vecina de ser más que las demás. Ha cambiado la estética, pero no ha cambiado el esnobismo. Ahora se trata de ser la más moderna gracias a haber tirado los pechos a un contenedor en una noche de luna.

La abundancia de arrobas era un tributo esnob a la competencia con otras mujeres. La tendencia a la línea recta, tan milimetrada por Playboy, es un tributo a la actualidad, al laconismo de todos los diseños y al estilazo de la prima Cósima, que siempre viene por casa con un kilo de menos, a enseñarnos el kilo que ha perdido, y que es el más adorable y espiritual de sus kilos.

La filosofía es hoy más lacónica en Baudrillard, el automóvil es más escueto en su último encuentro con la muerte que en el encuentro del año pasado, la ropa de Versace es más transparente porque ya no hay nada que transparentar. La mujer nos parecía esnob de abundancias, pero también puede ser esnob de carencias, de modo que toda ella es esnobismo o no es esnob en absoluto. Pero tiene mucho más instinto que el hombre para instalarse en la actualidad.

"Estamos atravesados por el lenguaje", dijo Heidegger. La mujer está atravesada por el eslogan. La moderna ya ha encontrado un modelo de sombrero para ir a los tanatorios y crematorios, porque la muerte es tan esnob como la mujer y quiere vivir al día. Cuando se descubre que el hombre, en realidad, jamás fue a la Luna, resulta que la mujer va todas las noches. La mujer es una criatura lunática y la Luna se inventó o se conquistó para ella, pues la Luna es la única alcoba de dormir donde duermen líricamente y sin peso las estrellas de Hollywood en las películas.

A veces, más que a una mujer, amamos el esnobismo femenino, esas tijeritas de plata con que se recortan el vello y ese lápiz de ojos con que se pintan unos ojos encima de los que tienen, pero debajo de los que no tienen, que siempre les parecen pequeños. El esnobismo femenino es Rita Hayworth tocando la guitarra que no sabe tocar y que sólo nos llega en play-back. Lo cual que con Rita/Gilda empezó la deliciosa peste de las delgadas en Hollywood, o sea en el mundo.