Opinión

Razones de peso

18 marzo, 2004 01:00

Cada cierto tiempo se repite la anécdota y no pasaría de ser sólo eso, una anécdota, sino fuera porque el hecho está afectando tremendamente a las carreras líricas de nuestros días.

María Callas trajo la revolución al mundo de la ópera junto a Wieland Wagner, pero no toda la aportación de la cantatriz fue positiva, ni para ella ni para el resto. Por los años cincuenta se empeñó en dar físicamente la figura de sus heroínas. Ya no bastaba cantar como nadie, había que "ser" el personaje. Adelgazó milagrosamente, fue Norma, Violeta, Tosca y Sonámbula, pero el timbre se tornó cada día más metálico mientras la voz menguaba. Aquellos fueron posiblemente los lodos. Los barros, los de Deborah Voight en el Convent Garden. La americana, que acababa de cantar en Madrid y Barcelona, fue al parecer rechazada por Mister Katona, director de reparto del teatro. Digo "al parecer" porque Voight había sido sustituida meses atrás y no se acaba de comprender porqué saltó ahora la noticia.

El caso es que la anorexia ha invadido hasta la ópera. Lo monumental no tiene cabida para los directores de escena más que a efectos presupuestarios. Hace poco tiempo conté la anécdota de Caballé en el mismo Covent Garden enfrentándose a un segundo de Zeffirelli que, en la reposición de la Tosca diseñada para Callas, pretendía que Caballé hiciese el mismo trabajo escénico a pesar de su físico. O los problemas que impidieron a Aquiles Machado cantar Rigoletto en el Real a causa de Graham Vick. El director Pier’Alli llamó "gordo inmundo" al tenor Francisco Casanova -magnífica voz- en pleno ensayo de I Masnadieri en Bilbao, porque no se movía por las rampas más que rodando. Tantos y tantos casos...

Los gordos no hacen hoy carrera... salvo que sean amigos del director de escena de turno. Porque esa es otra. Resulta que los estrechos tienen luego sus "queridas gordas" intocables. Ellas son Manon para ellos aunque pesen como Lescaut y Des Grieux juntos. ¿Hacen falta ejemplos?

Y así estamos llenos de figurantes con tipos dignos del "Hola" y voces inaudibles o "escamoteadoras" de notas. Y luego se quejan de que el público no se entusiasma. La ópera nunca será el cine aunque algunos lo pretendan y se la estén cargando poco a poco a base de olvidar su esencia: la música.