Opinión

Sentido Real

16 septiembre, 2004 02:00

La ministra había puesto a Inés Argöelles a los pies de los caballos en la prensa, tras un patronato en el que todos sus proyectos quedaron sin aprobar y pendientes para que en otoño los pulverizase o se adueñase de ellos la nueva comisión ejecutiva. Ella no estaba dispuesta a aguantar ruedas y carretas y pagó a Calvo con su propia moneda: "te enterarás por la prensa, aunque tengas una carta pasada por registro". Limpió su despacho y se fue sin cobrar indemnización alguna. Elena Salgado, en su día, se fue a los tribunales.

Calvo -"No entiendo que no me dimitan todos los directores anteriores"- tenía ya elegido sustituto. Se decidió por un hombre de partido. Al margen de su valía, entra con fecha de caducidad. Se irá cuando se vaya el partido que gobierna. Más inestabilidad para el Real. ¿Son ésas las bondades prometidas?

De Sagi no ha dicho ni pío, pero nos hemos enterado que ha ofrecido el cargo, entre otros, a Lissner. Parece clara la voluntad de prescindir de él, como parecía clara la de continuar con López Cobos, pero dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo y nosotros somos varios luciferes y acumulamos bastantes años. Vemos que la historia se repite y que vuelven los planes frustrados de la etapa Alborch. Detrás hay un proyecto concreto y hasta López Cobos sobra. Viene mejor un segundo de Barenboim del tipo de Gerd Albrecht, como en 1966...

¿Por qué el Real no puede funcionar como el Metropolitan, el Covent Garden o la ópera de Viena? ¿Acaso nos merecemos una situación tercermundista? En los teatros serios también se cambian directivos: cuando los que hay lo hacen mal y no cuando llega el político de turno, pero se hace de otra forma. Dos o tres años antes de que venzan sus contratos, se nombran los nuevos responsables para cuando llegue tal fecha. Mientras tanto gestionan el día a día los aún responsables y los futuros se dedican a programar las temporadas que ya les correspondan. Ese y no otro es el camino, pero aquí parece que lo importante para los virtuosos de la política es nombrar a alguien que les deba el cargo para que les haga las correspondientes reverencias cuando llegan de visita.

Calvo está obligada a hablar de inmediato y aclarar una situación que no beneficia en absoluto al Teatro Real.