Image: Cerco a Avellaneda

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Opinión

Cerco a Avellaneda

por Rosa Navarro Durán

21 abril, 2005 02:00

Dos años después de la muerte de Eduardo úrculo la galería metta presenta en Madrid la obra inédita del pintor. bodegones neocubistas y paisajes neoyorquinos, como este sin título, 2003, fueron los temas de sus &u

En la celebración del cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, acaban de publicarse dos trabajos realmente interesantes de dos colegas y amigos, Javier Blasco y Juan Antonio Frago, dedicados a desvelar quién pudiera esconderse detrás del nombre de Alonso Fernández de Avellaneda.

J. A. Frago, en El Quijote apócrifo y Pasamonte (Madrid, Gredos, 2005), aporta un amplio número de datos para la identificación de Jerónimo de Pasamonte como autor de ese Quijote, continuando la idea del admirado maestro Martín de Riquer, aparte de hacer un sabio análisis de la lengua de la obra. Blasco, en Baltasar Navarrete, posible autor del Quijote apócrifo (1614), [Valladolid, Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, Beltenebros Minor, 2005], se apoya en un documento exhumado por Anastasio Rojo para identificar a Avellaneda con el dominico Baltasar Navarrete (1560-1640), "primer catedrático de la cátedra de Prima de Teología de Santo Tomás, fundada (1611) por el duque de Lerma en la Universidad de Valladolid". A la vez, el propio Anastasio Rojo publica, en la colección, un documento fundamental (fechado a 18 de abril de 1605) y definitivo para devolver La pícara Justina a su autor, el mismo Baltasar Navarrete, porque en él consta la compra de derecho de impresión de la obra que le había hecho el librero Diego Pérez (al "padre presentado fray Baltasar Navarrete"), y que traspasa y cede a otro librero, Jerónimo de Obregón.

El prólogo del Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, que es el título de la obra de Avellaneda (y obligó por ello a cambiar de hidalgo a caballero la condición de don Quijote en el título de la Segunda parte de Cervantes), guarda una de las claves, en forma de jeroglífico, para saber cuál de los dos, si el soldado Pasamonte o el dominico Navarrete, se esconde tras el nombre falso.

Como es bien sabido, en el prólogo, Avellaneda llama a Cervantes manco y viejo, y le moteja de tener "más lengua que manos", además de mostrar su coincidencia con él en perseguir el mismo fin de desterrar la lectura de los libros de caballerías, "si bien en los medios diferenciamos, pues él tomó por tales el ofender a mí, y, particularmente, a quien tan justamente celebran las naciones más extranjeras, y la nuestra debe tanto…", es decir, a Lope de Vega, a quien alude con larga perífrasis laudatoria. Y en seguida añade: "No sólo he tomado por medio entremessar la presente Comedia con las simplicidades de Sancho Pança, huyendo de ofender a nadie, ni de hacer ostentación de sinómomos voluntarios, si bien supiera hacer lo segundo y mal lo primero. Sólo digo que nadie se espante de que salga de diferente autor esta segunda parte, pues no es nuevo el proseguir una historia diferentes sujetos" (f. III v).

1. El lector puede advertir que el "no sólo" no lleva a ninguna parte; de ahí que o bien falta algo para completar la oración, o, como yo creo, hay una errata en "no", que debería ser "yo" o "y yo". Coincide además con el cambio de folio, que lleva a separar una oración que debería ser continuación de la anterior: "en los medios diferenciamos, pues él tomó por tales […]; yo sólo he tomado por medio…". Pero, a pesar de la imperfección de la transmisión del texto, el sentido está claro.

2. El "hacer ostentación de sinónomos voluntarios", que explican los defensores de la autoría de Pasamonte como uso de apodos intencionados (y que ven unido al pasaje de los galeotes, donde se le nombra), no puede sacarse de su contexto. Avellaneda niega hacer él tal cosa cuando habla de entremesar la obra con las simplicidades de Sancho Panza. No debemos salirnos de los preliminares para entender lo que dice, porque Avellaneda antes se ha referido al prólogo de Cervantes, donde aparecen las alusiones a Lope.

Si vamos al lugar en que el escritor da protagonismo a Sancho (tras su mención al final del prólogo), nos encontramos con dos poemas, el que le dirige el escudero de Amadís, Gandalín, y otro, de cabo roto, puesto en boca del propio Sancho y de Rocinante, que se titula Del Donoso, poeta entreverado. Este es el "sinónimo voluntario" que menciona Avellaneda, el que se refiere al único poeta presente en esos poemas preliminares (todos los demás están en boca de personajes de ficción), porque seguramente es el que utilizaba el propio Navarrete. Este es el único dardo que parece disparar Cervantes en ese lugar y que puede sumarse a los del prólogo, que tienen como objetivo a Lope de Vega. Curiosamente, en el pasaje de la Segunda parte en que don Quijote y Sancho comentan la obra apócrifa, Sancho dice: "¡Donosa cosa de historiador!", y es la única vez que aparece la palabra en ese libro (cap. LIX).

3. El Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Joan Corominas y José Antonio Pascual permite establecer el puente entre las dos obras del "Donoso", gracias a la rarísima palabra "entremesar". Ellos la documentan en La pícara Justina, en el pasaje siguiente: "No dudo sino que tras cada bocado que ensilaban los de la Bigornia le daba su reloj las ciento; mas ellos (como de la fiesta no habían de sacar otra cosa que entremesar a las panzas […]), iban dando alargas al tiempo". El actual fichero del CORDE no ofrece más uso que este; el Diccionario de Autoridades sólo recoge "entremesado" y "entremesear". Y adviértase que se aplica además al sustantivo "panzas".

4. Navarrete, en efecto, es "poeta entreverado", como podemos comprobar en La pícara Justina; todas las divisiones de su obra van precedidas de un poema burlesco acorde al contenido que sigue. Además su heroína, la Pícara, nace en la leonesa Mansilla de las Mulas, pero es "manchega al uso" porque el juego con la dilogía de "mancha" se convierte en la esencia del que llama "número segundo" de la introducción: "Del melindre a la mancha". Y tal juego hace sospechar que pudo haber escrito esta introducción tras haber tenido en sus manos Don Quijote de la Mancha en la etapa previa a su impresión, o al menos haber oído hablar de él (no olvidemos que Lope habla del Quijote al duque de Sessa en carta del 14 de agosto de 1604). El escritor es un auténtico apasionado de los juegos verbales; un "Alcolá" por Alcalá en La Pícara se puede unir al "Argamesilla" de su Quijote. No habiendo aquí espacio para más estampas, no me queda más remedio que cerrar la memoria literaria, por lo que no será posible cruzar otros puentes que enlazan las dos obras del dominico: La pícara Justina y el Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.

Javier Blasco, con la ayuda de Anastasio Rojo, es el primero que ha podido ver el rostro de ese escritor que dijo llamarse Alonso Fernández de Avellaneda (seguramente a partir del adjetivo "avellanado" que Cervantes le aplicó en el prólogo a su propio libro en metáfora de hijo), y ha descubierto el de un dominico: Baltasar Navarrete. Era el "Donoso", poeta entreverado, que escribió su Pícara a la sombra del Guzmán de Alfarache, el Pícaro. Decidió luego robarle los personajes nada menos que a Miguel de Cervantes, insultándole además.

Descifrar ese pequeño jeroglífico del prólogo de su Quijote es un paso más en el cerco filológico que se le ha puesto en este año tan significativo en el ámbito literario.