Lillian Hellman, siempre inacabada
por Lourdes Ventura
9 junio, 2005 02:00PHotoEspaña acerca a Madrid el arte urbano de Keith Haring rescatando las fotografías de sus graffitis más famosos y ya desaparecidos, que entre 1979 y 1989 poblaban nueva york. Se puede ver en la Fundación ICO
Se cumple este mes de junio el centenario del nacimiento de la autora teatral, guionista cinematográfica y memorialista norteamericana Lillian Hellman. En 1934 irrumpió en la escena norteamericana con The Children"s hour, y más tarde vendrían La loba (Little Foxes), Otra parte del bosque, La estrella del norte y sus escritos autobiográficos recogidos en Pentimento o La mujer inacabada. Las escasas reediciones de sus trabajos en nuestro país demuestran que su obra ha quedado eclipsada por su itinerario como la activista política que plantó cara al comité McCarthy y sostuvo una tormentosa relación de más de treinta años con Dashiel Hammett.
Desde entonces ella no dejó de protestar, de alinearse con los criados negros y con los miembros de la rama judía de la familia, no cesó de escribir obras críticas, prohibidas en varios estados, de colaborar económicamente, primero con la Liga Antinazi, y más tarde con la causa de los republicanos españoles (vendría a la guerra española como corresponsal y documentalista), no temió ser compañera de viaje de muchos intelectuales comunistas norteamericanos, y soportó con dignidad el varapalo económico y el ostracismo sufrido por aquellos que figuraban en las listas negras de MacCarthy.
De todos los escritores norteamericanos de entreguerras ,Lillian Hellman se fue a enamorar del más alcohólico y pendenciero, un ex detective tuberculoso y mujeriego, que había dejado olvidadas en algún lugar a una esposa y dos hijas, colaborador de la colección de novelas policíacas Black Mask, un individuo autodestructivo a quien, al final de su vida, "solamente el hecho de tomar aire le ocupaba todos los días y las noches", un sujeto al que una actriz de segunda fila denunció por acoso y que escribía a Hellman : "Te he sido más o menos fiel", y también: "éste es el séptimo día que no bebo. ¿Cuándo vuelves a casa?" El escritor se llamaba Dashiell Hammett, autor de la novela negra más genial de todos los tiempos.
El 25 de noviembre de 1930 les presentaron en un restaurante de Hollywood. Ella era una guionista de talento contratada por el señor Goldwyn y a punto de separarse de su marido, un agente teatral llamado Kober; él arrastraba una borrachera de cinco días y acababa de tener un éxito fulminante con El Halcón Maltés y su detective Sam Spade. Siguieron bebiendo salvajemente y sólo recordaban haberse encontrado horas más tarde hablando de T. S. Eliot en el coche de Hammett. Así describe Lillian Hellman la primera impresión causada por el ex sabueso de la agencia Pinkerton : "Tenía feas cicatrices en las piernas, y una hendidura en la cabeza, era un hombre de suaves modales, educado, de aspecto elegante, excéntrico e ingenioso que derrochaba su dinero con las mujeres". Pero lo que impresionó a Hellman es que Hammett era de la pasta de los que se hacen a sí mismos, no pertenecía a la generación anterior de escritores díscolos y elegantes de las clases acomodadas : "Los rebeldes de los años 20, rebeldes sólo en el sentido de Scott Fitzzgerald, habían malgastado su sangre, ciegos al futuro que podían haber olfateado si el olor del alcohol no hubiera sido tan fuerte", escribiría Hellman. Cierto que el olor del alcohol impregnaba la existencia de Hammett, pero el compromiso político del escritor, más fuerte con el paso de los años, su afiliación al partido comunista (fue encarcelado por desacato por el comité McCarthy en 1951), su coraje como Presidente de la Liga de Escritores Americanos en los duros tiempos de la caza de brujas, representaron para Hellman, en su tumultuosa convivencia intermitente, la conciencia política total que ella siempre había buscado.
Si Hellman alcanzó respeto como dramaturga al quitar las máscaras de la agónica alta sociedad sureña, sus libros autobiográficos, Pentimento, Una mujer inacabada y Scoundrel Time (Tiempo de canallas), son la microhistoria de una autora que evoca las experiencias de una vida dedicada tanto a la escritura como a la acción política. Algunos de sus biógrafos creen que ficcionaliza gran parte de la peripecia relatada en Julia, uno de los capítulos de Pentimento (Julia fue llevada al cine por Fred Zinneman), según la cual Hellman habría pasado en 1937 una gran cantidad de dinero a Alemania, de camino a Moscú ( viaje que sí existió), a instancias de su amiga Julia, para salvar a "judíos, socialistas, comunistas y católicos disidentes" de la amenaza nazi. Lo que sí es probado es que apoyó a los republicanos españoles, viajó a España en plena guerra civil y realizó en 1937 el documental The spanish earth, en el que también participaron John Dos Passos, Archibald MacLeish, Orson Welles y Ernest Hemingway.
Tuvo la lucidez de separarse en muchas ocasiones del "escritor maldito" para proseguir su obra. Al teléfono Hellman preguntaba: "¿Hay alguna dama en tu dormitorio?" Y Hammett contestaba. "No lo creo, pero entran y salen. Tú sólo sales". A partir de cierto momento ella supo que él elegía un suicidio lento con cientos de botellas de Jhonny Walker etiqueta roja, y sólo volvió a su lado cuando hubo que cuidarle en la etapa final.
Hellman fue miembro de la Academia Americana de Artes y Letras, y no dejó de escribir hasta su muerte en 1984. Había nacido el 20 de junio de 1905, según numerosas fuentes, confirmadas por la estudiosa M. Riordan, pero dicha fecha fue modificada por ella misma en los últimos tiempos y en algunos registros aparece ahora 1906 como año de nacimiento. Un detalle irrelevante en la vida de la mujer que llamada a declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas, con la exigencia de que denunciase a amigos vinculados al partido comunista, fue capaz de decir en voz alta y clara: "Herir a personas inocentes a las que conozco y quiero desde hace años para salvar mi vida, me parece inhumano, indecente y deshonroso".