Opinión

La tradición

Portulanos

4 mayo, 2006 02:00

Mucha gente dice que en el teatro español no hay tradición, y que eso justifica muchos de sus males. Pero yo he sido alumno directo de Estruch, a su vez compañero de la Xirgu, y he llegado a ver, no una, sino varias veces, a Rodero, a Bódalo, incluso a Guillermo Marín. La tradición es un esfuerzo de voluntad: corresponde a cada uno elegir si desea ser influido por cuanto le precede, lo cual obliga a la humildad y el estudio, o si prefiere hacerse el sueco y pretender que el mundo lo ponen cada mañana sólo para él y por su cara bonita, como hacen tantos vanguardistas de guardarropía. La España de la primera democracia, en su afán por borrar las villanías del franquismo, pero también las cobardías de un antifranquismo que dejó al dictador morir en la cama, borró el pasado, como el propio Franco había borrado lo que venía antes de él, y contribuyó a la difusión de esa patraña de la falta de tradición. Es decir, adoptó la estrategia del avestruz, que cree que el mundo desaparece cuando él cierra los ojos. Por fortuna para todos, el teatro español es un camino indeleble que llega desde el Siglo de Oro hasta hoy, atravesando incluso los muros más rígidos, los vados más profundos, los obstáculos peor intencionados. Por ejemplo, don Ramón de la Cruz lleva dentro de sí la herencia depurada de Lope y también el germen prodigioso de Valle, pero hacía décadas que nadie se tomaba la molestia de acordarse de él. Y basta con que un director se acerque a su obra con el respeto, con la inteligencia, con el gusto con que lo ha hecho Ernesto Caballero, para que la tradición entera resucite de golpe, poniéndonos delante un espejo en el que reconocer quiénes somos y cuáles las personas que pavimentaron los senderos por los que ahora nos es cómodo pasear.

La labor ejemplar que tanto el Museo Nacional del Teatro como el Centro de Documentación Teatral están realizando en los últimos años abunda en este importantísimo tema: el pasado, que algunos quisieran cadáver, está al alcance de todos nosotros. Porque la tradición nunca se ha escondido de aquellos que la buscan.