Opinión

Cuento de verano

27 julio, 2006 02:00

Cesare Vanoni llevaba una semana escuchando diariamente ocho horas de violín. Afortunadamente ya quedaba poco. Mañana la final y, por fin, a casa. Estaba cansado. Cansado de indirectas, de hablar de los concursantes y de las insoportables parejas de los patrocinadores. Y lo curioso es que había acudido al jurado y no sólo por los honorarios. Ahora pensaba que habría estado mejor en casa, pese al calor, a su mujer... Y pensando todo esto le entró sueño. Se despertó cuando se le cayó la cabeza al tiempo que sonaba una cadencia de Berio.
Hugo Pecunio escuchaba enfadado a la joven concursante de melena rubia y frágil apariencia. No sólo tenía encanto, sino que tocaba mucho mejor que su alumna. Ya sabía que su pupila no iba a obtener el primer premio, que ése era claro para el "diablo", pero las esperanzas de conseguir el segundo se le desvanecían. Había negociado y presionado cuanto pudo. Estaba malhumorado
Hartmut Pfeiffer era un violinista con una carrera importante. Era joven y ya famoso y tanto su casa discográfica como su agente artístico todavía esperaban mucho de él. Y sin embargo ya no se sentía capaz de tocar. Aquel "diablo" tenía la culpa. Aquel imberbe de apenas veinte años que había tocado unas cadencias de Paganini que le habían sorprendido. Llevaba meses tratando inútilmente de resolver aquel pasaje y ahora lo escuchaba sin poderlo creer. Era justo lo que él hubiera deseado hacer. Aquel chico tocaba como él nunca lo había hecho ni llegaría a hacerlo. Le sudaban las manos y el cerebro. Tendría que retirarse o seguir tocando sabiendo que era una mediocridad. No, aunque fuera una mezquindad, el arte de aquel "diablo" no podía llegar al público. Ni un voto para él.
Charles Dubois era el presidente del jurado. Había aceptado por compromiso y nunca debió hacerlo. La Vedova, mujer de gran peso en la música, la que montaba todo aquello en honor al esposo músico desaparecido, tenía un recomendado -se decía que era algo más que un recomendado- al que quería dejar en muy buen puesto. Pero artísticamente no había por dónde cogerlo. ¿Qué hacer? Una y no más se dijo.
Y los jurados votaron y, oh sorpresa, ganó una mediocridad que no había convencido a nadie pero cosechó puntos de todos.
Y yo me voy a Bayreuth sin billete de vuelta. Hasta siempre en mi web.