Opinión

"Hay", cómo está la literatura

21 septiembre, 2006 02:00

Fernando Savater, Carmen Posadas, Ernesto Sábato y Mario Gas

Segovia se convierte en capital de las letras con McEwan, Martin Amis, Juan Villoro y Fernando Savater. Broadway se rinde al cancionero de Dylan. La verbena de la Paloma desembarca en Japón más chula que un ocho. Caída y ascensión de Mario Gas. La editorial Rey Lear debuta con Heridas bajo la lluvia, un inédito de Stephen Crane. Sábato, como nunca.

No tenía la menor duda sobre el futuro inmediato de Mario Gas. ¿Hubo alguna vez alguien que creyó en su dimisión? Poco que decir ya del tedioso caso Rubianes. Alguna cosa sí, un dato solamente: en la programación para 2006 que el Teatro Español avanzó a todos los medios la primavera pasada figuraba para septiembre Ascensión y caída de la ciudad de Mahagonny, de Brecht, con montaje del propio Gas. ¿Cuándo entonces se produjo el cambio de programación? ¿Por qué? El hecho es que Rubianes fue "apalabrado" (ni siquiera les dio tiempo a firmar el contrato: ese es el dato, no había contrato) durante las vacaciones veraniegas, cuando ya había echado a andar la polémica por sus patriotas declaraciones. ¿Tan necesario y genial era Rubianes? ¿Es malpensar que se caldearía el patio? Al final, fíjense ustedes, la programación casi vuelve donde solía, apenas alterada: en septiembre, Caída y ascensión de Mario Gas. Montaje del propio Gas. Pues eso

Hay que ver la que Hay montada con el Festival Hay en Segovia este fin de semana. Lo organiza el periódico británico "The Guardian", pero Juanito Cruz no para. Literatura, política, música, cine y mucha palabra de creadores y estrellas mediáticas a sólo siete euros. Yo me quedo, en principio, con los mano a mano bajo el acueducto. Ian McEwan con Juan Villoro, o Martin Amis con Carmen Posadas no hay que perdérselo. Tampoco esa "rentabilidad del terror" de Fernando Savater en estos tiempos de cólera. Me dicen que irán multitudes de toda España a esta fiesta literaria en la que lo mejor suele ocurrir al final, cuando los invitados conversan con los asistentes a calzón quitado.

Al otro lado del camino de tanta impostura editorial está Rey Lear, una nueva editorial, pequeña, casi artesanal, con unos primeros libros en el mercado que habrá que rastrear. Para abrir boca, un rescate, el de la última obra del exquisito escritor americano Stephen Crane, autor de aquella mítica novela El rojo emblema del valor que les recomiendo vivamente. Pero Crane, dos años antes de morir a los 28 años, viajó como corresponsal de prensa a cubrir la guerra de Cuba y escribe Heridas bajo la lluvia, un relato áspero y estremecedor de la guerra de Cuba vista desde el bando de los ganadores, que nunca había sido traducido al español y que estos días Rey Lear pone en la calle. El libro es de una actualidad que espeluzna. Un solo dato: nadie sabía (soldados, periodistas) qué hacían allí jugándose la vida.

Como España está dispuesta a comerse el mercado asiático, no ha dudado en enviar a sus mejores flotas. Miren si no: el próximo sábado se estrenará en Tokio, a cargo de la Flying Mouse Opera, La verbena de la Paloma, acontecimiento que se llevará a cabo en el Tokorozawa Shimin Bunka Center. El caso es que todavía no puedo imaginarme a Don Hilarión y las chulapas fuera de la corrala madrileña provocando con su chulería castiza con acento nipón.

Tiempos modernos o tiempos cambiantes, cuarenta años después el tiempo sigue perteneciéndole a Bob Dylan. En uno de los momentos más dulces de su carrera, tras la aparición del primer volumen de sus memorias, la película documental de Martin Scrosese y su nuevo y excelente disco, Modern Times, aterriza esta semana en Broadway el musical The Times They Are A-Changin’. Concebido y dirigido por otra leyenda de la escena, Twyla Tharp, el genio de Minnessota, no especialmente conocido por su talento para el agasajo, ya ha dado su veredicto: "Es la mejor representación que he visto y oído de mis canciones sobre un escenario". Yo ya estoy reservando localidades.

Oscuramente feliz, como siempre, Ernesto Sábato goza en su casa de Santos Lugares, cerca de Buenos Aires, de un reconocimiento general que afortunadamente no es póstumo: al millón y medio de pesos para instalar el Museo Sábato, y el compromiso del Instituto Cervantes de difundir su obra, se une la manada de jóvenes con los que el autor de El túnel se reúne todos los sábados para charlar y sobre todo escuchar, y a los que les anuncia, como un conjuro, que en los próximos meses vendrá a Europa.