Opinión

Don Jon Juaristi

Sala Segunda de lo novelesco

10 mayo, 2007 02:00

Don Jon Juaristi

Han sido vistas las diligencias seguidas contra Don Jon Juaristi y ha sido probado y así se declara como:

HECHOS PROBADOS

1. -Que D. Jon, apreciable poeta y ensayista y director que fue de la Biblioteca Nacional y el Instituto Cervantes, ha escrito y publicado la novela La caza salvaje, con la que obtuvo el premio Azorín 2007. Que dicha novela cuenta la historia de un cura vasco, llamado Martín, que está presente en "momentos estelares" de la historia de Europa, desde la guerra civil a la oposición a Franco, pasando por el búnker de Hitler o la Yugoslavia de Tito. Que el tal Martín deambula por guerras y despachos sin otra ocupación que la de servir de recipiente para que D. Jon nos endose sus reflexiones sobre el nacionalismo, el fundamentalismo y el totalitarismo.

2.Que el tal Martín y el resto de los acartonados personajes de la obra hablan por los codos, a veces durante páginas, en diálogos tan inverosímiles como somníferos, con la única finalidad de permitir a D. Jon una exposición aun más prolija e insufrible de sus ideas. ítem más: que la sedicente novela está escrita a vuelapluma y repleta de personajes que "copularon hasta quedar rendidos" o empeñados en "mascullar frases sin sentido", para no hablar de los "burros con las albardas grávidas de pimientos verdes".

3.QUE en la novela los personajes históricos son predecibles y el humor digno de un programa de televisión: hay un psiquiatra de Córdoba que se llama Astilla del Fresno (je, je) y frases como "Franco puso cara de franco asombro" (je, je). Al final de la novela, el propio autor, Juaristi, aparece como personaje y se enfrenta a su criatura, Martín, a quien le dice: "Usted no puede morir, porque tampoco ha vivido". ítem más: que no nos evita D. Jon en este trance la mención de Unamuno, Pirandello y las nivolas.

FUNDAMENTOS DE DERECHO
Los hechos probados son constitutivos de un delito de trivialidad y fraudulento menosprecio de la historia. D. Jon es muy libre de exponer sus ideas, con cuanta prolijidad considere conveniente, en libros de ensayo, como a menudo lo ha hecho y así, si le place, "desvelar los sustratos míticos del terror". Sin embargo, ¿qué necesidad tenía de perpetrar una novela? Peor aún: una novela de las históricas al uso, en las que un personaje no demasiado atractivo da la casualidad de que habla con Unamuno, d’Ors, Hitler y el mariscal Tito, que también pasaba por allí en el momento apropiado y que le confía un mensaje para que el protagonista se lo transmita al Papa de Roma. Los diálogos son como cabría esperar: "¿De qué leches me habla? -preguntó Goebbels, sinceramente sorprendido". Aunque no tan sorprendido como el indefenso lector, que debe soportar al jerarca nazi diciendo: "Me suda la polla […] ¡Y dale con las etnias de los cojones! -Goebbels se iba sulfurando". Esta clase de novelas en las que las grandes figuras históricas aparecen por casualidad en relación con el protagonista se han constituido en una plaga cuya finalidad manifiesta es la abolición de la historia, que se ve remplazada por una serie de viñetas y estereotipos que impiden toda reflexión adulta. En estas obras, si aparece Julio Caro Baroja en 1936, lo hará "con traje gris y pajarita", conforme a la más convencional imagen que de él tenemos; si los personajes han de desplazarse en un automóvil, nada podrá evitar que sea "un enorme Hispano-Suiza"; y si alguno no tiene más remedio que escribir, lo hará "en la vieja Olivetti requisada a los italianos". La historia europea queda de esta forma convertida en una tira cómica adecuada para ser llevada al cine por Walt Disney y el "trepidante ritmo narrativo" del que alardea la contraportada no es en realidad sino un adormecedor traqueteo ferroviario.

ACUERDO
Que debo condenar y condeno a D. Jon, como autor de un delito de trivialidad y fraudulento menosprecio de la historia, a la pena de traducir al vascuence la Decadencia y caída del imperio romano, de Gibbon y convertirla en un guión de cine en el que todos los personajes sean interpretados por animales domésticos, sin que por ello deje de ser una "historia de aliento ambicioso y trepidante ritmo narrativo".

Así lo pronuncio, mando y firmo, Rafael reig

Contra esta resolución cabe interponer recurso de apelación en el plazo de siete días ante el juzgado digital de segunda estancia: www.elcultural.es