Un día de cólera
por Juan Palomo
22 noviembre, 2007 01:00Arturo Pérez-Reverte, César Antonio Molina, Daniel Day-Lewis y Nacho Cano
Calvo Serraller, detrás de las filtraciones interesadas sobre el futuro director del Reina Sofía. Y el misnistro en Babia, pero con libro nuevo, Esperando a los años que no vuelven. Memorias de ficción, III. Menos ficción y sí mucha historia en lo último de Pérez-Reverte, Un día de cólera. El deseo y los placeres (del espíritu), nuevo caso del detective cultural José Antonio Marina.
César Antonio Molina no pierde un minuto: lo mismo recupera los mapas esquilmados de la Biblioteca Nacional que anuncia como iniciativa propia una catalogación que lleva años realizando Pablo Jauralde (como él mismo explicó en El Cultural). Y escribe, y mucho, a juzgar por las 536 páginas de Esperando a los años que no vuelven. Memorias de ficción, III, que lanza Destino a finales de este mes. Lástima del galicismo "Sudamérica" que se multiplica en sus páginas, impropio de un ministro de la cosa cultural. ¡Con lo que dijimos y escribimos cuando Luis Alberto de Cuenca era secretario de Estado de Cultura y no perdía ocasión de promocionar sus versos en los Cervantes del mundo!
La semana que viene se asoma generosa de novedades. Arturo Pérez-Reverte publica un relato histórico sobre el madrileño 2 de mayo más pegado a la historia que nunca. Un día de cólera lo ha titulado y es el relato del pueblo de Madrid de unas horas de ese sangriento día de mayo. Y vuelve también mi añorado José Antonio Marina. Les confieso que lo echaba de menos, porque la rentrée literaria otoñal lo es menos sin él. También porque ahora que se descubre sin pudor como el "detective cultural" que siempre fue, me inquietaba saber dónde estaría husmeando. Y valía la pena la espera, porque la emprende ahora con los placeres y el deseo nada menos, estudiando en Arquitecturas del deseo. Una investigación de los placeres del espíritu (Anagrama) de dónde proceden, cómo se educan y manipulan. Eso sí, rijosos, abstenerse.
Las críticas siempre duelen, pero hay algunas que actúan como el ácido sulfúrico. Y eso no es constructivo, no es lo que el Real espera de un crítico, sobre todo cuando su pintor de cámara es asaeteado por un atrevido plumilla que -con ínfulas de héroe- carga contra él por su pésima contribución en la obra de Musorgski, atreviéndose a calificarla de "impotencia artística". Su director general, Miguel Muñiz, ha privado al ignorante plumilla de ir acompañado a los estrenos, de colaborar en catálogos y programas de la casa como venía haciendo y de ver los ensayos generales. ¡Nimiedades! Si yo fuera él lo condenaría a ver las óperas desde el gallinero. Seguro que no volvía a repetir la "hazaña".
Los cineastas estadounidenses parecen haberse puesto de acuerdo para revisitar el western. A la película de los hermanos Coen que protagoniza Javier Bardem, No Country for Old Men, y a la de Brad Pitt, El asesinato de Jesse James, se suma lo último de Paul Thomas Anderson: There Will Be Blood. Ocasión también para ver a un meticuloso actor que se prodiga menos que una beata en una fiesta de Versace, el fiero Daniel Day-Lewis.
No, no tengo palabras para interpretar lo sucedido a Nacho Cano. ¡Expulsado del teatro en el que se representa el musical que él mismo ha compuesto y dirigido! Echan a su amigo y auténtico impulsor de Hoy no me puedo levantar (José Manuel Lorenzo) de la empresa que lo produce (Drive), y Cano se nos erige en delegado sindical, convocando reuniones ilegales con los trabajadores ante la amenaza de que pierdan su puesto de trabajo. De ésta si que no me levanto.
Un rumor agita desde hace días el patio cultural: que el premio Nadal, esperanza de los autores noveles y de los que hace décadas que dejaron de serlo, estaba dado, y que Francisco Casavella era ya el ganador. Pues bien, me aseguran que no se ha presentado... porque no ha acabado la novela, lo que no desmiente que lo hubieran tocado, pero que al menos tranquiliza a los demás.