Image: Marejada para 2008

Image: Marejada para 2008

Opinión

Marejada para 2008

3 enero, 2008 01:00

Francisco Casavella, Woody Allen, Yasmina Reza y Manuel Borja Villel

El Nadal apuesta un año más por la novela histórica de calidad. ¿Quién será, será? Borja Villel tardará tres meses nada menos en estrenar despacho en el Reina Sofía, pero ya le mueven la silla. Los insufribles chantajes de los distribuidores y su amenaza de boicotear al cine español. Anagrama prepara un regreso sonado. Blancha Marsillach se une a Salaberría para rebautizar el teatro Fígaro.

La noche de Reyes, como saben, se falla el Nadal, y me cuentan mis confidentes que, a pesar de los desmentidos, Francisco Casavella podría conquistar el premio, aunque también se haya lanzado, dicen que para despistar, el nombre de Juan Bonilla. La premiada, en cualquier caso, será una novela histórica de excelente factura en un año en el que han proliferado las novelas de autores primerizos con relatos urbanos y desgarrados. ¿O me habrán vuelto a engañar?

El año que acabó con el anuncio de Manuel Borja Villel como director del Reina Sofía, empieza ya con dimes y diretes, rumores y maldades en torno al recién llegado. A pesar de que el ministro anunciaba también en aquella rueda de prensa el fin de "meses complicados y difíciles" para el Museo, la gestión del Centro tendrá que esperar (dicen desde dentro que hasta tres meses) a que el nuevo director estrene el despacho de Santa Isabel. En enero tomará posesión del cargo y esperamos que pronto tome también las riendas del maltrecho Museo Nacional. El Reina lleva desde septiembre sin cabeza visible y no hay momento ya de ponerse estupendos y retrasarlo más.

Parece que hay marejada en el mundo de la distribución, una de las claves de la edición en España: para empezar, Anagrama retrasa hasta febrero sus primeros lanzamientos del año (Saber perder, de David Trueba; Los amantes de silicona, de Javier Tomeo; La Casa de los Encuentros, de Martin Amis; Diario de Golondrina, de Amélie Nothomb; El alba la tarde o la noche, de Yasmina Reza; Chesil Beach, de Ian McEwan...) porque abandona su distribuidora de siempre.

Blanca Marsillach se ha asociado a Salaberría para unir el teatro madrileño Fígaro al nombre de su padre. La actriz y productora se ocupará de programar el teatro hasta el verano y piensa comenzar con una pieza inédita de Adolfo, adaptada por Paco Mir. La actriz cree que ya es hora de que algún teatro del centro de la ciudad lleve el nombre de Adolfo Marsillach. No le falta razón.

Hay quien dice que se repite como el ajo, y no tal vez no le falte razón. Pero lo confieso, estas navidades me lo he pasado pipa leyendo la colección de relatos de Woody Allen, Pura anarquía (Tusquets). Trato de hacer memoria pero no se me ocurre nadie, y digo bien, nadie, que sea capaz de hacer chistes sobre Nietzsche, Shopenhauer, Alma Mahler o Sartre y que no sólo no resulte pedante, sino absolutamente desternillante. Háganme caso y léanlo, no se arrepentirán.

Lo de los exhibidores de cine comienza a pasar de castaño oscuro. Nadie puede discutirles que tienen una parte de la razón, ésa que tenemos todos, pero de allí a amenazar con no incluir ni una sola película española en ese porcentaje de filmes europeos que por ley deben cumplir (un 25%) comienza a ser un pelo demasiado. Esto, después de haber insultado de todas las maneras posibles al cine nacional. No sé, menos mal que siempre nos quedará González Macho, que sigue viento en popa con sus muy patriotas cines Renoir.

Sin perder la sonrisa ni la daga de reglamento, siguen nuestros editores robándose autores como locos. La penúltima fuga la protagoniza Tracy Chevalier, la autora de La joven de la perla. Fichada hace unos años, a bombo, platillo y chequera por Alfaguara, que publicó después con desigual fortuna El azul de la virgen, ángeles fugaces y La dama y el unicornio. Pues bien, ahora será Lumen la que lance, el próximo febrero, su novela más reciente, El maestro de la inocencia , las aventuras de una familia de finales del XVIII que tras una desgracia familiar se traslada a Londres para convertirse en vecinos del mismísimo William Blake.

La poesía no sólo es un arma cargada de futuro, sino también de pasado y de memoria: un nuevo libro, Poesía diaria, porque el silencio es mortal1, recupera ahora la historia de las víctimas de la represión a través de los recuerdos y las rimas de familias que perdieron a hijos e hijas, hermanas y hermanos, maridos y esposas y que han ido apareciendo en la prensa a lo largo de treinta años a modo de "recordatorios", en los aniversarios de las desapariciones.

P. D. ¿Qué está pasando en la Fundación Lázaro Galdiano?