Image: Vuelta al infierno

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Opinión

Vuelta al infierno

La Papelera de Juan Palomo

7 febrero, 2008 01:00

García Márquez, Albert Boadella, S. Stallone y Terry Gilliam

La locura editorial (y tal vez el no tener que pagar derechos de autor) tiene estas sorpresas: parece ser que nada menos que tres editoriales (Impedimenta, Nórdica y Bartleby) van a lanzar este febrero sendos libros de Adalbert Stifer, un autor romántico austriaco del XIX inédito en España hasta hoy. Me dicen que vale la pena, pero yo, descreído como soy y sabedor de lo mucho y bien que se ha editado aquí desde siempre, no acabo de creerme demasiado este descubrimiento. Me siento como cuando la editorial extremeña Periférica publicó una novela inédita de la madre de Schopenhauer que confirmaba cómo el talento no depende sólo de los genes.

O es Hollywood o es Sly (como cariñosamente llamamos los amigos a Sylvester Stallone)... o soy yo, que ya no siento las secuelas. El caso es que tampoco me puedo creer que en poco menos de un año haya estrenado dos de sus "clásicos" John Rambo y Rocky Balboa. Recién aterrizada en las carteleras españolas su "vuelta al infierno" ya nadie se cree la deriva existencial del viejo acorralado aunque la taquilla diga lo contrario. Lo único que hay que agradecerle a esta entrega alimenticia es que no se haya ido a Iraq como suelen hacer últimamente sus compañeros de profesión. Y por si fuera poco, la editorial Vía Magna, esotérica ella, rescata el texto de David Morrell que dio pie al culebrón.

Me quedé estupefacto ante el recibimiento en Madrid de Borja-Villel. Por Tutatis que había sed de director en la casa de Nouvel. Tanto en los aquelarres periodísticos como en los del arte sólo se oían palabras de bienvenida. Ya lo han bautizado como Manuel El Conquistador. Llegó, vió y triunfó. Veremos si la capital (y las huestes de Serraller) no desinflan su aureola.

Tal vez uno de los lugares comunes más recurrente de estos tiempos, que a buen seguro Flaubert hubiera incluido en su diccionario, es declararse "ecologista" y denunciar a los que defienden la energía nuclear y llenan su piscina en verano (de agua, claro). Me cuentan que un francotirador de la escena como Albert Boadella no podía dejar de tocar este asunto y lo ha convertido en argumento de su próxima obra: La cena. La estrena en Sevilla en mayo para después viajar (vaya paradoja) a la Expo de Zaragoza, el más propagandístico proyecto "ambientalista" que ni Al Gore imaginó.

Ahora que ya es oficial que el Hay Festival tendrá nueva sede este mismo año en Granada, leo en el siempre interesante blog de Iván Yvars esta maldad sobre la última edición colombiana (en la que Gabo ha dado nombre a un concurso de nueva planta): "La disciplina de la vanidad.- Los escritores de Bogotá 39, sin excepción, se vuelcan sobre el escaparate de la Librería Nacional en Cartagena para verificar si estaban sus libros exhibidos. Hubo codazos, zancadillas, sonrisas fatuas y algunos rostros de decepción". O sea, que nuestros vanidosos escritores no caminan solos.

Ya conocen de sobra el trágico final de Heath Ledger. Lo que no sé si sabrán es lo que se dice tras las cámaras sobre el director de su última película (The imaginarium of Doctor Parnassus), Terry Gilliam y su proverbial mala suerte. Además de arruinarse con Las aventuras del barón Mönchausen y Los Hermanos Grimm, logró sus cotas más altas de fatalidad con El hombre que mató a Don Quijote. Jean Rochefort tuvo que abandonar por graves problemas de salud. Les recomiendo el documental Lost in La Mancha, de Keith Fulton y Louis Pepe, ejemplo de como se puede gafar (y suspender) una película.

Y llega febrero y Madrid se viste de Arte. A la espera de que ARCO abra sus puertas el próximo miércoles (sólo para profesionales, el común de los mortales tendrá que esperar al viernes), ya se puede visitar Picasso en el Reina Sofía, Modigliani en el Thyssen, las primeras mujeres artistas, las Amazonas, en la Fundación Mapfre... CaixaForum ya está en capilla (parece que, con mucho secreto y secretismo, por fin inaugura el 13) y Brasil (invitado de honor en nuestra feria) copa el resto de galerías e instituciones. Un no parar, oiga.