Image: Confesión

Image: Confesión

Opinión

Confesión

Juan Palomo

20 marzo, 2008 01:00

Haruki Murakami, Miguel Zugaza, Imanol Arias y Mario Benedetti

La historia se repite, amigos míos: si creían que el expolio de la Biblioteca Nacional era algo nuevo en nuestro país (que ya explicó Pablo Jauralde en estas páginas que no), no tienen más que buscar al comprador del lote 561 (una institución pública al parecer) que la sala El remate subastó el pasado 13 de marzo: un conjunto de documentos relativos al robo de ¡cincuenta y ocho libros nada menos! de la biblioteca del Palacio Real, comprados por un bibliófilo amigo de lo ajeno llamado Pedro Vindel a comienzos del siglo XX. Los legajos no tienen desperdicio, especialmente las declaraciones del ladrón, o las de personajes célebres de la época, como Mr. Huntington de la Hispanic Society que devolvió siete libros y no quiso cobrar lo que por ellos había pagado a Vindel. Por cierto, me cuentan que la mayoría de los mapas robados hace unos meses de la BN están ya de vuelta o en camino, pero que unos cuatro o cinco de menor importancia y valor es posible que se hayan perdido para siempre.

Al mal tiempo, mejores ediciones, sin perder de vista que lo poco gusta y lo mucho cansa. ése parece ser el propósito de El arco de Ulises, la nueva colección de bolsillo de Paidós, que arranca con Carta a D. Historia de un amor, de André Gorz, Elogio de Sócrates, de Pierre Hador, y La feliz desesperanza, de André Compte-Sponville. La misma línea iniciada por Acantilado, con Confesión de Tolstoi, Akal (Los elixires del diablo de Hoffman), Tusquets (Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Murakami) y tantas otras editoriales que apuestan por los formatos pequeños para la gran literatura. ¡Ah, si todos sus hermanos mayores eligieran con el mismo cuidado y buen gusto los títulos con que inundan nuestras librerías!

Desde la otra orilla me llegan buenas y malas noticias de Benedetti. Buenas, porque como ya no está hospitalizado hace diez días recibió en su casa de Montevideo el premio Alba otorgado por las autoridades (libérrimas ellas) de Cuba y Venezuela, que consiste ni más ni menos que en un cubo de plata, una copia del veredicto del jurado, un diploma y 75.000 dólares. Malas, porque las palabras de agradecimiento del poeta nos llegan apenas a través de su secretario personal, y no del propio Mario, lo que hace temer por su salud.

¿Se imaginan al Prado de Zugaza subastando Las meninas de Velázquez, o El jardín de las Delicias del Bosco a precio de saldo? Pues algo así pretenden hacer los responsables de la Real Academia Sueca de Bellas Artes con La conspiración de Claudius Civilis de Rembrandt, obra maestra de su colección, para recaudar dinero. Claro que la oferta tiene truco, porque se vende por 49 millones de dólares, un sesenta por ciento menos de su valor estimado, que son 120 millones, con la condición de que el comprador done la obra maestra al Museo Nacional de Estocolmo, donde es una de sus principales atracciones desde hace más de un siglo. Ya lo saben, si quieren pasar a la historia de la cultura sueca...

La animación sigue dando buenas noticias. Mientras el Donkey Xote con voz de Imanol Arias se ha vendido ya a casi 30 países, la productora vasca Baleuko ha llegado a un acuerdo de distribución en Estados Unidos de su nueva producción, Black to the Moon, en términos muy ventajosos con FarCore Studios. Mientras, se espera para la primavera de 2009 Planet 51, una producción española de más de 40 millones de euros que cuenta con el aval de New Line, una de las compañías estadounidenses con más peso en la industria.

Mi garganta profunda en Alfaguara me asegura que los últimos despidos de las editoras de Infantil e Internacional podrían intentar disfrazar el presunto fracaso de la Colección Hispánicas, la joya de la corona editorial, convertida en un agujero negro de dinero del que sólo se salvan Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte. Y que, por ejemplo, la vilipendiada Valerie Miles duplicó el presupuesto de su departamento en tér-
minos de ventas y de valor, o que no debía de ser tan incompetente cuando van a explotar la programación que dejó cerrada para la próxima temporada.

Es justo decirlo. Conté aquí que Julio Fernández, presidente de Filmax, tenía encima una querella penal y, para que conste en acta, les diré que ha sido declarado inocente. l