Opinión

La frase

Portulanos

18 septiembre, 2008 02:00

"No hay que decir esa frase", le espetó la vicepresidenta Fernández de la Vega al ministro Corbacho. En ningún momento le recriminó su ideología ni sus acciones, que, por lo demás, son las que el propio gobierno le impone, sino la conveniencia de sus palabras. "Cambiemos esa frase", decimos, a menudo, en los ensayos. Mis amigos, mi familia, la gente que se preocupa por mí, suele decirme que hablo demasiado de política en esta columna. Pero son los políticos quienes se meten en mi terreno desde el momento en que se ponen a hacer teatro. Porque, cuando lo que importa es la máscara, y no lo que cubre, eso se llama teatro; cuando las frases las escribe uno para que las diga otro, eso es teatro. "No hay que decir esa frase"; no porque no sea verdad, sino porque no conviene a la escena aquí y ahora. Revela demasiado sobre el personaje, adelanta alguna clave del argumento. O quizá es que el actor no sabe decirla: hay actores a los que no se les da bien el verso. Y, al contrario, hay otros que, acostumbrados a la declamación, son incapaces de susurrar. "No hay que decir esa frase": en la obra de los emigrantes se cambia el diálogo cada semana, según avanzan los ensayos y se adivina un estreno catastrófico. El espectáculo de la política, decimos. Un espectáculo tan viejo que se basa, no en personajes, sino en arquetipos, como la Comedia del Arte. Las elecciones USA, sin ir más lejos: El Negro, la Mujer y el Miles Gloriosus; reparto de un Paso de Lope de Rueda. Por una vez no soy yo quien pretende hacer gracia con esto, ni mucho menos ser ofensivo con el lenguaje. Es que es lo que nos han dicho: que el Negro es bueno por ser Negro, la Mujer por ser Mujer, el Soldado por Soldado. Personajes, no personas; teatro primitivo, básico. Pakistán: al tirano Musharraf lo sustituye el corrupto Zardari: democracia, dicen. A esto, en el teatro de verdad, toda la vida lo hemos llamado farsa.