Fernando Aramburu

Cierto tipo de lectores dejaría tal vez de sentir reparo por los libros de cuentos, y acaso les tomaría afición, si se los hicieran más apetecibles. Es este del cuento un género oscurecido a menudo por la sombra de una publicidad negativa. Todo lo contrario de lo que sucedía con las breves historias orales o leídas de nuestra niñez, que nos eran transmitidas sin el aviso previo de que iban a aburrirnos, duraban poco, eran complicadas. Los libros de cuentos para adultos se promocionan poco y mal. El problema que se deriva de ello no es de índole literaria. Hay excelentes cultivadores de narrativa corta en lengua española. El problema es que gran parte del público que aún no ha renunciado a la letra impresa ignora el gozo que se pierde. La cantilena agorera y desdeñosa contribuye a desanimarlo. Pero ¿no sabes que los cuentos son los hermanos pobres de la literatura? ¿No comprendes que el escritor los compuso como entrenamiento para empresas literarias de mayor calibre? ¡Si hasta los editores, gente avispada, los rehúyen o publican a regañadientes porque son mal negocio! Venga, no seas idiota. Compra una novela.