Image: Pan de higo

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Opinión

Pan de higo

10 julio, 2009 02:00

Fernando Aramburu


Hace veinticinco años llegó a las librerías españolas la primera entrega del ciclo narrativo llamado Larva, de Julián Ríos. La obra suscitó entre críticos, gente de la pluma y opinadores en general, bien rechazos categóricos, bien adhesiones entusiásticas. Todo menos indiferencia. Remedando juegos verbales característicos del autor, llegó a hablarse de larvafobia y larvadicción. El tiempo transcurrido desde entonces no ha restado al libro un ápice de su capacidad para poner al descubierto la debilidad de fondo que arrastra la literatura española desde hace varios siglos. Dicha debilidad, causa de su monotonía y de su dependencia de las innovaciones importadas, proviene de la reducción canónica del lenguaje literario a un simple reproductor de la realidad. He ahí, sin duda, un camino para alcanzar la excelencia artística, pero no el único. Con vocación de ser distinto allí donde la mayoría se afana por pertenecer a grupos y generaciones, Julián Ríos aporta una poética a la que, por su propia naturaleza, repele intentar la prosa transparente, el estilo que no se note, la literatura cimentada en una noción familiar de las cosas. Julián Ríos constituye hoy día uno de nuestros mejores escándalos.